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Costa, que ya nada tenemos que hacer aquí. Hemos seguido una pista falsa. Vamos a cerciorarnos de ello y en seguida emprenderemos la marcha otra vez. En efecto, aquella misteriosa secuestradora no era otra que el ama de gobierno de D. Ricardo Fanjul, un rico propietario viudo. El niño era su hijo, que había pasado algunos días en Madrid en casa de una hermana.

Tal vez la agitación de su mujer; la repugnancia en que ella trocó la frialdad con que antes le recibía; algunas palabras, algunos suspiros, algún ¡ay! delator que le oyó en sueños, bastaron a ponerle sobre la pista. Una noche, mientras dormía la condesa, su marido se apoderó de la llave del escritorio de su mujer y registró detenidamente cuanto en él encerraba.

En el primer entreacto D. Álvaro no se movió de su asiento; de cuando en cuando miraba a la Regenta, pero con suma discreción y prudencia, que ella notó y le agradeció. Dos o tres veces se sonrieron y sólo la última vez que tal osaron, sorprendió aquella correspondencia Pepe Ronzal, que, como siempre, seguía la pista a los telégrafos de su aborrecido y admirado modelo.

Sois unos valientes cazadores decía éste tranquilamente desde su escondite . La corza os ha dado el cambiazo, y estás sobre una falsa pista; y mientras que ese pavo va a cruzar en todos los sentidos para fatigarlos y arrastraros en su persecución, la corza pondrá a buen recaudo los ricos tejidos de Venecia, los aceros de Inglaterra y los cobres de Alemania que tiene encerrados en su vientre. ¡Vamos, vamos! ¡a la caza, y por esa estrella que comienza a brillar, pueda la mía ser dichosa esta noche, porque el sol baja!

Seguía el rastro de S *, como perro perdiguero, y no lo abandonaba hasta no dar con él, empresa tanto más difícil, cuanto que las dos opuestas salidas del edificio son obstáculo no pequeño para toda vigilancia; a pesar de su acentuada miopía, iba directamente tras la pista, de tal manera, que diríase era el olfato y no la vista que le guiaba.

Un emperegilado garçon que, desde nuestra entrada nos habia seguido la pista á la conveniente distancia de respeto, se aproxima por fin á nuestra mesa. ¿Qu'est-ce que vous voulez, monsieur? Attendez, s'il vous plaît. Aquello era una especie de banquete de Estado, y era preciso no echarlo á perder.

Don José consideraba como su obra maestra un robo que hizo en una iglesia de un pueblo de América, de la que se llevó una custodia, varios cálices y coronas. Después de verificar esta bella sustracción con una maravillosa habilidad, don José llamó en casa del juez, denunció el hecho, dió una pista falsa y se fué del pueblo sin que nadie le molestara.

Por la maleza, hasta aquel fresno cuyas ramas se inclinan sobre el agua. No os ocupéis de , que correr tan ligeramente como vos. Y ahora, por el arroyo. Nos mojaremos los pies, pero hay que hacer perder la pista al perro, que probablemente es de tan mala ralea como su amo.

El tío Frasquito hizo un gesto de resignación del paciente a quien sentencian a sacarse una muela, y Jacobo continuó: En tercer lugar, irse con pies de plomo, siguiendo la pista... Así es, que vamos a cuentas... ¿Quién sospechas que haya podido robar esos sellos?...

Tomaba asiento al lado de la dama con una cara larga, larga, que no daba idea cabal de la pasión que debía arder en su pecho. El maestrante había hecho poco caso de aquellos apartes, de las preferencias y las sonrisas insinuantes de su esposa. Les miraba con ojos distraídos, sin venírsele a la mente ninguna sospecha, preocupado enteramente con la verdadera pista.