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Si antes no descubren la substitución indiqué. ¡Y si la descubren, yo me encargo de mandar a Miguel el Negro a los profundos infiernos antes de que me toque el turno, como hay Dios! exclamó Sarto. Siéntese usted en esa silla, joven.

Esteven la llamaba su Nanita querida; la madre hablaba de mandar construir un nicho muy dorado con dosel y todo, para meterla dentro, como santita que era; Jacinto la traía regalos siempre que podía, y en cuanto a Angela, caso extraño, su antítesis, el polo opuesto de Susana, la respetaba y miraba como algo superior y sobrenatural.

No abundan tanto los crímenes por esos mundos, a Dios gracias. Hay jueces, hay magistrados, hay verdugos. Aquel hato de bribones se contentaría con explotar al señorito y a la casa, con hacer rancho de ella, con mandar anulando en su dignidad y poderío doméstico a la señorita. Pero..., ¿si no se contentaba?

-Señor -replicó Sancho-, yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado.

Por otro lado, ¿por qué ha de dejarse todo á la iniciativa del Estado? Florencia nos ha demostrado que un corazón real vale tanto como la realeza. La mujer es reina; de consiguiente, á ella toca mandar. Si yo fuese una señora joven y bella, muy bien lo que haría.

Como Paz era buena, el tesoro de cariño que halló en su casa la hizo olvidarse pronto del colegio, y aquella afición mongil se apagó como con la mano. La libertad de acción, el sano orgullo de mandar en su casa como dueña y, sobre todo, el habilidoso amor de padre, ahogaron a tiempo el piadoso secuestro que pudo haber sobrevenido.

Por eso digo que soy muy mala, muy mala. Guillermina dio un gran suspiro. En presencia de aquel terrible antagonismo entre el corazón y las leyes divinas y humanas, problema insoluble, su gran piedad inspirole una idea sublime. «Bien que es difícil mandar al corazón. Pero eso mismo le da a usted motivo para dejar de ser mala, como dice, y adquirir méritos inmensos.

Es que cuando mi señor D. Alonso y los oficiales del Santa Ana creen que el Rayo entrará esta noche, por fuerza tiene que entrar. Ellos que lo dicen, bien sabido se lo tendrán. Si no, ahí tienes al jefe de toda la escuadra, Mr. Corneta, que cargue el diablo con él. Ya ves como no ha tenido ni tanto así de idea para mandar la acción. ¿Piensas que si Mr.

Estaba el Almirante del armada Con solo un cable y ancla: el porfiado E importuno sur desamarrada La lleva, habiendo el cable reventado. La nave por la mar andaba errada, El piloto no acierta de turbado A decir ni mandar lo que conviene, Que en el alma metido el miedo tiene.

Y si no acostumbrase mandar cataclismos, terremotos, pestes, epidemias, etc., etc., para los remisos, tampoco darían mucho dinero para iglesias los creyentes adultos. "Presentad al salvaje, dice Lecky, la concepción de un ser invisible, para ser adorado sin la ayuda de ninguna representación material, y será inhábil para entenderla.