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; seguramente vienen de poner parapetos detrás del pinar para defender los cañones añadió Frantz. Escucharon otra vez; los pasos se acercaban. mismo no sabes qué hacer con esos tres prisioneros decía Hullin con brusquedad ; pero puesto que vas a volver esta noche al Falkenstein para traer municiones, ¿por qué no te los llevas? ¿Y dónde los meto? ¡Pardiez!

En una de estas noches de sincero entusiasmo fué cuando los dos amigos escucharon una noticia inesperada, absurda: «Han matado á JaurésLos grupos la repetían con una extrañeza que parecía sobreponerse al dolor: «¡Asesinado Jaurés! ¿Y por quéEl buen sentido popular, que busca por instinto una explicación á todo atentado, quedaba en suspenso, sin poder orientarse. ¡Muerto el tribuno precisamente en el momento que más útil podía resultar su palabra de caldeador de muchedumbres!... Argensola pensó inmediatamente en Tchernoff: «¿Qué dirá nuestro vecino?...» Las gentes de orden temían una revolución.

La fama del loco duró mucho tiempo en Sevilla, y algunos que tuvieron la curiosidad escribieron varios de sus chistosos sermones, los cuales se conservan en un códice del siglo XVII, según se los escucharon y se imprimió por la Sociedad de Bibliófilos Andaluces.

La libertad era una idea puramente negativa si no iba acompañada de un concepto positivo que la hiciese útil. Los dos amigos escucharon con asombro la descripción del porvenir que ofrecía al mundo la superioridad germánica.

Tambien al par de Filis mi Filena Resonó por las selvas, que escucharon Mas de una y otra alegre cantilena. Y en dulces varias rimas se llevaron Mis esperanzas los ligeros vientos, Que en ellos y en la arena se sembraron. Tuve, tengo y tendré los pensamientos, Merced al cielo que á tal bien me inclina, De toda adulacion libres y esentos.

Sus oídos, hechos a la lisonja, no escucharon nunca frases que la turbaran; nada la hicieron sentir aquellos hombres que podían desearla como joya colocada al alcance de sus manos, y ahora ella ponía espontáneo y terco empeño en recordar los dichos más sencillos, las más insignificantes galanterías de un pobrete, a quien aterraba un gasto de cinco mil reales.

Al mismo tiempo escucharon arriba rumor de pasos y una voz áspera que dejaba escapar terribles interjecciones y amenazas. Cuando los pasos tomaron la dirección de la escalera, Rosa exclamó acongojada: ¡Que me mata mi padre, D. Andrés; que me mata mi padre! Y con rápido movimiento se echó fuera de casa, arrastrando consigo al joven.

Ten cuidado no enfadarme, porque el día menos pensado te planto en la calle, de donde te he recogido. Las criadas escucharon estas palabras y las tuvieron bien presentes. Josefina hasta entonces había sido tratada como hija de los señores: en adelante se la consideró como una hija postiza: más tarde, como advenediza.

He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos; porque no escucharon a mis palabras, y aborrecieron mi ley. 20 ¿A qué viene para este incienso de Seba, y la buena caña olorosa de tierra lejana? 21 Por tanto, el SE

15 Y les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la piedra; y les dijiste que entrasen a poseer la tierra, por la cual alzaste tu mano que se la habías de dar. 16 Mas ellos y nuestros padres hicieron soberbiamente, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos,