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A la mañana siguiente Coca se puso muy temprano a la obra. Sin atender a las protestas de su hermana, que amanecía con dolor de cabeza, amasó y coció unos delicados pastelitos criollos. Y, escondiéndose de Laura, mandóselos en su nombre a don Mariano, «para que los probase, ya que había sido tan amable de elogiar en dos o tres ocasiones sus habilidades de repostera

Ella le respondía con toda la inocencia de su alma, no cesaba de elogiar a su institutriz y respondía a los cumplimientos fraternales sobre su personilla: En otro tiempo no me encontrabas tan a tu gusto; el reflejo de miss Dodson me era menos favorable... La joven decía esto alegremente y sin malicia alguna.

El elogiar con premeditación á tales enemigos implica un descaro que repugna á las creencias religiosas de la gran mayoría de los españoles, los cuales son, ó se supone que son católicos. Ya se entiende que, partidario yo del arte por el arte, he de prescindir y prescindo de toda religión positiva y de toda moral que en ella se funde, para juzgar una composición poética.

Su andar, sus gestos, las posiciones que toma y los movimientos que hace, todo está magistralmente estudiado y ejecutado con inspiración y destreza. En suma, para elogiar a Sarah Bernard, yo me conformo, o más bien me complazco, en ser eco del Sr. Gener o de quien más la elogie.

Cuando lanzaba una de esas miradas fugaces y vivas como un relámpago de estío, parecía que el alma se asomaba un instante á los ojos, poníase al tanto de todo y se entraba otra vez, y velozmente, en su retiro. Hablaba poco y sonreía á menudo. Los tertulios viejos de D. Marcelino no tenían boca bastante para elogiar su modestia y afabilidad.

Las personas de su intimidad, sabedoras del fundamento que esto tenía, eran parcas en adjetivos duros al hablar de los curas malos, y en cambio no perdonaban ocasión de elogiar a cualquier capellán que se distinguiera por cosa buena, sin que con esto lograran tampoco que don José dijese de un modo claro su parecer sobre la gente de sotana.

Hablaba por los codos y no dejaba meter baza a los demás: él se lo decía todo, y no se podía elogiar cosa alguna, porque al punto salía diciendo que tenía otra mejor. Desde entonces le taché por hombre vanidoso y mentirosísimo, como tuve ocasión de ver claramente más tarde. Mis amos le recibieron con agasajo, lo mismo que a su hijo, que con él venía.

Conjeturo que no, al leer todas las irrespetuosas blasfemias de que se valían entonces para elogiar á las damas á quienes servían, ó para adular á los poderosos. Antón de Montoro, por ejemplo, dice á la reina Católica: Alta reina soberana, Si antes nasciérades vos Que la hija de Santa Ana, En vos el hijo de Dios Recibiera carne humana.

La nueva se halla traducida al italiano por un anónimo que dice oyó elogiar en Ferrara á Antonio Pérez como uno de los maestros en el arte cortesano. Despertada su curiosidad, pudo procurarse noticias que recopiló con el título de Vita et qualitá di Anton Perez; y pareciéndole que la carta era joya preciosa, no sólo procedió á traducirla, la estudió y comentó en volumen de 154 fojas.

Si alguien los enfermos o el doctor se resistía a visitarle, recurría a pequeñas astucias: aseguraba que en su cuarto había un ruiseñor que cantaba admirablemente. De esta manera procuraba atraer gente a su habitación. Los enfermos estaban tan encantados como él de su aposento, y cuando les daba por elogiar la clínica, hablaban de él en primer término.