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Los «latinos», como usted dice, Maltrana, somos bellamente ligeros, más «alados» que estas gentes del Norte. Se ve la influencia aristocrática de los conquistadores andaluces en los pies breves y graciosos de las sudamericanas. El indio también tiene el pie pequeño... Pero ¡quién sabe si el mundo no está destinado a ser una presa de los pies grandes!

Sus modinhas y sus londums merecen la fama de que gozan, por lo inspirados y graciosos, prestándoles singular carácter el elemento o fondo que en ellos se nota de la música de los negros. Grande es mi ignorancia del arte musical y temo incurrir en error; pero valiéndome de una comparación, he de decir lo que me parece.

Pues pa que vea que me perdonas de veras, dame una bofetada. ¡O me la das o no me voy! ¡Una bofetada!... ¡Bueno estás ! Ya lo que quieres, ladrón: toma y vete en seguía. Sacó por entre los hierros, echando atrás el cuerpo, una mano de suave almohadillado y graciosos hoyuelos. Rafael la cogió para acariciarla con arrobamiento.

Eran el doctor Zurita, el obispo, el abate francés, el conferencista italiano y Ojeda. ¡Y qué de títulos!... El obispo era Su Grandeza, Zurita Su Excelencia, y Ojeda, por ser algo, aparecía con el título de doctor. Pero ¡qué graciosos estos gringos! Reía Zurita con una mezcla de burla democrática y satisfacción infantil.

Se dirigía particularmente a la abuelita, quien le escuchaba aprobándole con su gesto plácido de anciana. Carmen celebraba con alegre exageración los pasajes graciosos, y Zoraida, mucho más comunicativa que de ordinario, le interrogaba y tomaba parte activa en la conversación. La presencia de José Luis había alterado el ambiente de la casa. Eran otras ahora las caras de Zoraida y de Carmen.

Cada cual llevaba en la boca una enorme pipa de porcelana con pinturas, empatada en una caña negra ó amarilla de un pié de longitud y pendiente del labio inferior sin apoyo ninguno de la mano. En cuanto á las mujeres, sus fisonomías eran mas dulces y sus vestidos verdaderamente graciosos.

Allí instruyó a Rosita sobre el fracaso de su casorio, y ésta, pasada la primera impresión, volvió de nuevo a la vereda a lucir sus piernas torneadas y a hacer cantar a sus zuecos el aire con que acompañaba los movimientos graciosos de su cuerpo flexible. Acababa de recibir su título de abogado y de instalar su estudio con toda coquetería.

Yo me complacia en mirar, de paso, los graciosos grupos de chiquillos, vestidos con bastante aseo, rosados, rubios, ligeros, saltando como pajarillos al derredor de la diligencia, en las calles principales de Carolina y las demas poblaciones, ofreciéndonos á los viajeros flores y frutas; en tanto que las abuelas y mamás, sentadas á las puertas de sus casas, nos miraban con una curiosidad benévola, sin suspender por eso las labores de mano ó el movimiento del huso infatigable.

Ceñía al arco de herradura un ancho y precioso arrabá de cenefas cuajadas de labores, y ostentaban igual riqueza de ornato los tímpanos entre el arco y el dintel, las enjutas, las fajas, y las ventanillas de tablas de alabastro perforado que, ya encerradas en arquitos sobre marmóreas columnillas, ya partidas en graciosos agimeces, flanqueaban en uno ó en dos órdenes las referidas puertas . En algunas de estas veíanse cornisas voladizas sostenidas en ménsulas formando antepecho con sus almenillas dentadas y sus matacanes, dando al sagrado edificio aspecto de fortaleza y recordando los belicosos orígenes de la propaganda islamita.

La fábula es, por consiguiente, pobre; las ingeniosas observaciones del autor, y los picantes y graciosos rasgos, que hormiguean en toda ella, compensan en cierto modo su falta de interés dramático.