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Y como la infeliz Ramona carece del valor que para el suicidio premeditado se requiere, o bien, si el valor no le falta, su conciencia moral o religiosa le veda cometer tan horrendo crimen, Ramona opta por el otro término del dilema, y bien se ve, al terminar la novela, que va a incurrir en un pecado más feo, más sucio y más plebeyo, aunque menos feroz y menos contrario que el suicidio al orden natural y a la razón y a la voluntad divinas.

No había miedo de que algún habitante del reino celestial intentase una segunda sublevación pretendiendo continuar la rebeldía de Lucifer. Eran demasiado listos los de arriba para incurrir en error tan grosero.

Y cuando no quería incurrir más en el error; cuando sentía resurgir dentro de la necesidad, por largo tiempo insatisfecha, de una íntima comunión; cuando no podía ya vivir solo, volvía a encontrar, en ella, a la hermana. Ir en su busca, decirle de viva voz el gozo que le proporcionaba, había sido su primer impulso; pero no había querido obedecerlo.

Firme creyente yo en el libre albedrío, aseguraba que todo ser humano, ya por naturaleza, ya por gracia, que Dios le concede si de ella se hace merecedor, puede vencer las más perversas inclinaciones, domar el carácter más avieso y no incurrir ni en falta ni en pecado.

Por no arrostrar el enojo de un temible amigo; por no incurrir en la tacha de desleal. A media noche la inquietud de la agonía le hace insoportable la cama; levántase y va a buscar a su confidente: «¿Duermes, amigo? le pregunta en voz baja. ¡Quién ha de dormir, señor, con esta cosa tan horrible! ¿Con que no hay duda? ¡Qué suplicio el mío!

Un poco de buen sentido, Magdalena dijo la abuela. Ya me haces incurrir en cosas bastante extraordinarias sin llegar a ofrecer a nadie mi nieta... ¡Ah! qué débil es el corazón de una abuela... Por cariño a ti, me veo metida en la más tonta historia que he visto jamás... La culpa es de las solteronas... Las abomino...

Quede y valga, pues, como principio de esta meditación mía sobre el progreso, la cual meditación no puede ya ser corta, a no incurrir en la monstruosa desproporción de un exordio mayor que el discurso a que precede.

El Rey Venturoso reunió un gran congreso de sabios a fin de que averiguasen, so pena de incurrir en su justa indignación, quién era y dónde vivía el pájaro verde, cuyo recuerdo atormentaba a su hija. Cuarenta días y cuarenta noches estuvieron lo sabios reunidos, sin cesar de meditar y disertar sino para dormir un poco y alimentarse.

No había en Madrid una garganta mejor modelada, ni un seno mejor puesto, más delicado, más atractivo. El deseo vanidoso de mostrarlo, no contenido por la vigilancia saludable de una madre, le hizo incurrir en más de una ocasión en las censuras de la sociedad.

Como el filósofo aleman se expresa por lo comun con bastante oscuridad, y emplea un lenguaje desusado, que fácilmente se pudiera prestar á interpretaciones diferentes, insertaré sus propias palabras: de esta suerte el lector juzgará por mismo, y rectificará las equivocaciones en que pueda yo incurrir, al comparar la doctrina de Kant con la de los aristotélicos.