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Me inclino, señorita respondió entonces en tono más elevado: séame permitido solamente expresar el pesar sincero que siento en no tener el derecho de intervenir en esto. Levantéme al instante. Señor de Bevallan dije colocándome á dos pasos de él, ese pesar es enteramente supérfluo, pues si no he creído deber obedecer las órdenes de la señorita, estoy enteramente á las vuestras, y voy á esperarlas.

Este ruido, este ir y venir, este pisar de caballos, no pueden ser otra cosa más que la entrada de Su Majestad, y como yo he venido aquí con mi ejército para esperarle, conferenciar con él y recibir sus reales órdenes, voy a vestirme al momento y a subir, porque no conviene que aguarde nuestro señor. Arrojose del lecho, y no poco trabajo costó a Salvador detenerle.

A lo que respondí, que tomaba el camino á descubrir el rio, y cumplir con las órdenes de capellan y licencia de mis prelados. Fúese este dia para su casa, y nos dejó allí á y al práctico.

Los bellos paisajes, los ingratos eriales, los montes gigantescos, las llanuras cuyo confin se une con el cielo, todo desfila á mis ojos con una rapidez admirable: me canso de ir por tierra, y sin mas ni mas me planto en la cubierta de un barco en alta mar, y veo las olas agitadas, y oigo su mugido, y cual azotan los costados de la embarcacion, y la voz del piloto que da sus órdenes; veo las maniobras de los marineros, recorro las cámaras, hablo con los viajeros, todo sin sentir mal olor, sin padecer las ansias del mareo, ni presenciar las de otros.

Permaneció Fernando confuso ante la hermética hoja de madera. Balbuceaba excusas. Había venido para saber de la salud de la señora: temía que estuviese enferma. Pero ella cortó estas palabras humildes que imploraban perdón con otras breves y rudas como órdenes. Podía retirarse. No se venía sin permiso al camarote de una dama. Era una imprudencia comprometedora, indigna de un gentleman.

Así cantaba Egas cuando se oyó caer una falleba, e otrosí, se oyó una voz que ceceaba desde rejas no muy altas, e luego dijo: "Ah del gentil hombre." Allegóse el amador, dándole órdenes antes a su atalaya, e ansí fablaba a su señora: Tan mal parado no parástedes cuando paréme a parar los parabienes que para...

El carruaje rodaba por los altos de Begoña. Dormía el camino en medio de una paz monacal. A un lado y á otro alzábanse grandes edificios de reciente construcción. Eran conventos ocupados por frailes de órdenes antiguas y religiosas de modernas fundaciones. La piedad de las señoras ricas de la villa había levantado aquellos palacios.

Don Fernando como buen caballero, respondió que él venia de parte de su tio, y que con su autoridad, y fuerzas habia tomado aquella empresa á su cargo, y sería faltar á su obligacion si con puntualidad no ejecutase las órdenes de quien le enviaba, y que por ningun caso admitiria el ofrecimiento que le hacian, sinó recibiéndole como Lugarteniente de su tio D. Fadrique.

Ahora, refiera usted de él lo que mejor le parezca a su señor padre, como yo pensaba hacerlo, para que se cumplan las órdenes de nuestro amigo, sin contratiempos como el de esta noche para ustedes... y ánimo ¡voto al chápiro! que más amargo y más duro fue lo de anteayer, y se portó usted como un hombre.

Don Rodrigo... afortunadamente la herida, según dicen los médicos, es limpia y no ha tocado á ninguna parte peligrosa; un dedo más acá ó más allá y no tenemos hombre; pero ha faltado un dedo... y don Rodrigo vivirá. Ayer estuvo hablando conmigo largamente, preguntándome y dándome órdenes y consejos. Dentro de algunos días don Rodrigo dejará el lecho, y todo irá bien. ¿Y el duque de Lerma?