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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Estudié la masa enorme en las rocas con que está construida, en las fragosidades del terreno que, según los puntos de vista, las horas y las estaciones, le dan tan gran variedad de aspecto, ora graciosos, ora terribles; la estudié en sus nieves, en sus hielos y en los meteoros que la combaten, en las plantas y en los animales que habitan en su superficie.
Nuestro improvisado mundo podría mostrarse con cierto orgullo: sin mencionar sus espléndidos colores, que dejan muy atrás cuanto existe en la tierra, sin hablar de los círculos graciosos, de las curvas de nos placemos, tantos y tantos problemas obscuros que os detienen, entre nosotros parecen haber sido resueltos.
De cualquier lado que se mire el conjunto interesa por sus caprichos y contrastes graciosos, y los pormenores llaman la atencion. Al derredor, los nueve arrabales, de los cuales solo uno, el de Triana, habitado por los Gitanos, que es el mas populoso, se halla á la márgen derecha del Guadalquivir, ligado á la ciudad por un hermoso puente colgante.
Primero celebra la Fama la gloria de Manuel el Grande de Portugal, que obscurecerá la de Ptolomeo, puesto que ha conquistado más regiones que éste ha descrito. La escena siguiente, en que muchos servidores preparan y limpian el salón regio de Portugal, es notable por sus graciosos chistes.
En esta reunión se charlaba por los codos, y nadie hacía tanto gasto de palabras como doña Manolita, cuyos graciosos disparates movían a risa hasta al Padre, a pesar de su gravedad.
Ya sabes lo que creía antes de ti y de tu hijo. Tú misma reías, encontrando graciosos tales errores... Ahora, el equívoco continuará con mayor razón. Muchos se imaginan que has sustituido al joven que murió con otro joven. Alicia perdió su triste serenidad. ¡Qué infamia! dijo . ¿Cómo pueden creer eso? ¡Pobre Martínez!... ¡Tan bueno! ¡tan respetuoso!
Alzábase en medio de una atmósfera radiante y espléndida, dibujando sobre ella sus graciosos contornos y esparciendo por el ambiente balsámico influjo.
Si en los ojos tenía lágrimas, en aquella voz había odio. El odio es la cólera de los pusilánimes. En el caso de la amoladora, no las tendría yo todas conmigo. Entre los innumerables dichos graciosos, proverbios o adagios con que adornan sus discursos nuestros campesinos de Provenza, no conozco ninguno más pintoresco ni extraño que éste.
Cuando el marquesito, por ejemplo, pedía noticias a Clara de las garzas, se imaginaba que el amor salía volando de sus palabras como salen estos graciosos animales de entre los juncos. No solamente, pues, por el cariño profundo que aquélla le inspiraba sino por verse libre de estos celos crueles que le mordían las entrañas experimentó viva satisfacción al saber la noticia.
La más leve sonrisa abría en sus mejillas dos tristes oquedades obscuras, que tal vez habían sido antes graciosos hoyuelos.
Palabra del Dia
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