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Los brazos eran tan largos como las piernas, el pecho era hundido, la espalda escasa, las orejas parecían dos conchas de ostras y el pescuezo, sumamente corto para su altura, desaparecía entre la cabeza y el cuerpo, dándole el aspecto de esas garzas que, para dormitar al sol sobre las aguas estancadas y verdinegras de nuestras lagunas, enroscan sus pescuezos longitudinales, tomando la actitud más formal y venerable que es capaz de tomar un pájaro.

Encuéntranse en los parages ménos hondos las garzas azules y blancas, los jabirus, etc., y en todos los otros puntos bandadas de patos tan numerosas, que forman una inmensa nube cuando levantan el vuelo.

Al NE la de las Garzas, á quien se une por una cañada la de Navarro, desde la cual sigue otra hasta la de Colis, para continuar hasta la de Lobos, que va al arroyo Salado por la del Carrizal. La de Navarro es bastante grande, y de agua algo salobre. Tambien vimos al NE del camino muchas chacras y ganados.

A cada paso islas tan primorosas, tan pintorescas que, salvo el calor y las plagas, hacían pensar en los archipiélagos del Mediterráneo; hileras interminables de sauces llorones, bordando las playas del rio y los suaves declives de las islas; caños oscuros, sombríos, saliendo misteriosamente de entre la selva y trayendo sus aguas sin corriente de las lagunas lejanas, donde moran la fiebre, las fieras y las serpientes venenosas y enormes á la sombra de una vegetacion exuberante y bravía; playas reverberantes, cuajadas de caimanes durmiendo bajo el ala de un viento abrasado, en cuyas orillas se amontonan las garzas de lindísimos colores, ó vaga el grullon persiguiendo á los peces descuidados, y cuyas arenas quemadoras se dan á veces sus terribles combates el jaguar, tirano de la selva, y el monstruoso dragon de los rios colombianos.

Una caña acueducto. El camarín de Alaminos. Cuatrocientas dalagas á caballo. Tubiganes. Garzas blancas. Cuesta y puente de las Despedidas. Bulliciosa cabalgata. Cocales. El puente de la Ese. Vista de Tayabas. El kilómetro 146.

Me sonreí con cierto aire de incredulidad, pareciéndome muchos caballos, pero más adelante quedó fijada la veracidad de la cifra por las notas conservadas por el Alcalde. Pasado el cañadulzal, empiezan á verse tubiganes ó sean terrenos regadíos, labrados y escalonados, en los que se siembra el arroz y en los que vimos grandes bandadas de garzas blancas.

Dalagas del terruño: el poeta os saluda coronado de flores, de ensueño y de arrebol y por los dioses lares y por el mismo Budha os ofrenda estas rosas, novias todas del sol. Por las manos que tienen mansedumbre de tules, por las sampagas niveas del malayo vergel, por las místicas garzas de los lagos azules coloco en vuestras frentes esta hoja de laurel.

Todos ellos se disputan á porfía y metiendo una bulla espantosa la presa que yace en tierra . Auméntase entretanto el número por instantes con la llegada de otras bandadas que se presentan atraidas por esa ralea general; y cuando ya todos se encuentran hartos, el jabirú, sin abandonar el campo, se retira gravemente hácia un lado, miéntras que las garzas blancas y azules y otras aves de la misma familia, levantándose en tropel, van á posarse desparramadas sobre los bosques vecinos.

Es digno de admiracion el espectáculo que presenta á la vista tanta diversidad de pájaros confundidos; el jabirú de collarin punzó se enmarida graciosamente con la blanca garzota, con la espátula rosada, con los disformes savacúes, con los tántalos, con los esparavanes ó garzas reales y con los socos.

Cuando el marquesito, por ejemplo, pedía noticias a Clara de las garzas, se imaginaba que el amor salía volando de sus palabras como salen estos graciosos animales de entre los juncos. No solamente, pues, por el cariño profundo que aquélla le inspiraba sino por verse libre de estos celos crueles que le mordían las entrañas experimentó viva satisfacción al saber la noticia.