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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Da compasión y vergüenza en la República Argentina comparar la colonia alemana o escocesa del Sur de Buenos Aires y la villa que se forma en el interior; en la primera las casitas son pintadas, el frente de la casa siempre aseado, adornado de flores y arbustillos graciosos; el amueblado sencillo, pero completo; la vajilla, de cobre o de estaño, reluciendo siempre; la cama con cortinillas graciosas, y los habitantes, en un movimiento y acción continuos.

Saltaba la bestia con la agilidad del terror, las cuatro patas en el aire al mismo tiempo, torciendo en vano la cornuda cabeza para arrancarse con la boca aquellos demonios agarrados a su pescuezo. La gente reía y aplaudía, encontrando graciosos estos saltos y contorsiones. Parecía que ejecutaba una danza de animal amaestrado con la torpe pesadez de su volumen.

Huí de Inglaterra para que mis paisanos no me rompieran los oídos con sus chillidos en el Parlamento, con sus pregones del precio del algodón y de la harina, y aquí encontré las mayores delicias, porque no hay fábricas, ni fabricantes panzudos, sino graciosos majos; ni polizontes estirados, sino chusquísimos ladrones y contrabandistas; porque no había boxeadores, sino toreros; porque no hay generales de academia, sino guerrilleros; porque no hay fondas, sino conventos llenos de poesía; y en vez de lores secos y amojamados por la etiqueta, estos nobles que van a las tabernas a emborracharse con las majas; y en vez de filósofos pedantes, frailes pacíficos que no hacen nada; y en vez de amarga cerveza, vino que es fuego y luz, y sobrenatural espíritu...

Para cortar la cuestión dijo lord Gray yo pagaré a todo el mundo. Poenco, sírvenos. Las majas que allí había obsequiaron a lord Gray con sonrisas y dichos graciosos; pero el inglés no tenía humor de bromas. ¿Ha venido María de las Nieves? preguntó a una. Pesaíto está con María de las Nieves. ¿Nosotras somos aljofifas?

Se replegaba por educación, huía de él porque este es el deber de una joven cristiana y bien educada; escapaba como una cabrita con graciosos saltos por entre las filas de naranjos, y el señor diputado salía detrás a todo galope con las narices palpitantes y los ojos ardorosos. ¡Que te coge, Remedios! gritaba la mamá, riendo. ¡Corre; que te coge!

¿Ha visto usted, señor, qué moritos graciosos? Y ahí donde usted los ve, con esas caras tan feotas, son unos infelices: más buenos que el pan. Los mejores de todos. Su marido, el hombre del sombrerón y la faja abultada, se aproximó al escuchar estas palabras. Se adivinaba qué iba a decir, como de costumbre, ansioso de fingida autoridad: «Calla, Ufrasia, y no molestes a este caballero.

Aquella noche le conoció Emma, desde el paraíso, donde oyó la historia de la fuga, comentada con entusiasmo por el público, siempre dispuesto a perdonar a los tramposos guapos y graciosos.

Los documentos de que se ha formado esta historia dicen que eran de becerro mate con caña de paño negro cruzada de graciosos pespuntes. «Me han costado tres duros pensó Isidora en los últimos peldaños . Con siete del vestido son diez; seis que di a doña Laura a cuenta, son dieciséis. Aún me queda para vestir a Mariano y ponerlo en la escuela. Después el tío me mandará más, y después...».

Desnoyers se dejó ver con menos frecuencia, abandonando su gloria á los profesionales. Transcurrían semanas enteras sin que las devotas pudiesen admirar de cinco á siete sus crenchas negras y sus piececitos charolados brillando bajo las luces al compás de graciosos movimientos. Margarita Laurier también huyó de estos lugares.

Ventajosamente conocido y justamente celebrado era ya este joven malagueño, así por sus bonitas poesías, como por sus graciosos cuentos en prosa, y por sus novelas Cartucherita y El lagar de la Viñuela. Su última obra, La Goletera, viene, en mi sentir, a confirmar su buena fama de novelista alcanzando para él diploma y título de escritor excelente.

Palabra del Dia

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