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Actualizado: 31 de mayo de 2025


, hija, no te molestes replicó la de Bringas afirmándose en la necesidad de ser amable . Con este calor... Mientras esto decía, observó la pieza en que estaba. Nunca había visto desbarajuste semejante ni tan estrafalaria mezcla de cosas buenas y malas.

Primeramente, al abandonar su brazo, le soltó dos buenos pellizcos retorcidos, y luego, junto a la salida, una bofetada sonora: «Para que me molestes otra vez». Quiso el muchacho devolver en igual forma este saludo de despedida, pero al bajar la mano sólo encontró la puerta que se cerraba de golpe y casi le aplastó los dedos.

Cambiaron algunas palabras indiferentes y, como siempre, la esposa de Pepe de Chiclana concluyó por tocar el asunto del matrimonio de su amiga, dándole cuenta de los trabajos diplomáticos que llevaba á cabo para su realización y procurando infundirle esperanzas. Soledad escuchó distraída y dijo al cabo con impaciencia: Mira, Paca, no te molestes más. No tengo ya ninguna gana de casarme.

¡Por Dios, Raquel! no molestes a ese señor... ¡qué va a decir de nosotras! contestaba con un tono de aparente reproche la señora. ¡Señor, señor! ¿quiere dejarnos ver por ahí? insinuó la otra joven. ¡Ah, no, por Dios, no se incomode usted!... Judit, por Dios, cállate repetía la madre con un contoneo de cabeza continuo. El del anteojo continuaba impasible como una estatua, como si nadie le hablase.

¿Ha visto usted, señor, qué moritos graciosos? Y ahí donde usted los ve, con esas caras tan feotas, son unos infelices: más buenos que el pan. Los mejores de todos. Su marido, el hombre del sombrerón y la faja abultada, se aproximó al escuchar estas palabras. Se adivinaba qué iba a decir, como de costumbre, ansioso de fingida autoridad: «Calla, Ufrasia, y no molestes a este caballero.

, hijo, ; pero no hay necesidad de que te molestes. Pantaleón, que no tiene nada que hacer, se encargará de ello. ¡Que no tiene nada que hacer! Estas palabras, pronunciadas con perfecta naturalidad y hasta con la sonrisa en los labios, sonaban a sarcasmo. Tampoco él tenía nada que hacer; demasiado le constaba a ella.

No te molestes... no merece la pena; es el tipo de una cocinera como todas las de su especie. Atravesaban por delante de un campo cubierto de hierba marchita, especie de landa estéril cercada por lienzos de muralla de las fortificaciones.

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