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Actualizado: 5 de mayo de 2025
¡Qué tardecita pasaron las de Pajares! Exteriormente fueron las de siempre; las niñas contestaron con mohines graciosos a los saludos de los amigos, y la mamá, altiva y majestuosa, cobijándolo todo con su mirada de protección. Pero en su interior ¡cuántos tormentos!
Marchó, como en peregrinación, por la senda que aquella tarde precursora de su felicidad había seguido con Feli. Deteníase como un devoto a saborear en ciertos sitios el religioso goce del recuerdo. Aquí, había entregado su dinero a unas mendigas para que se emborrachasen celebrando su dicha; más allá, Feli le daba a chupar una naranja, con mohines graciosos.
Atento estuvo don Quijote a las razones de aquel venerable varón, y, viendo que ya callaba, sin guardar respeto a los duques, con semblante airado y alborotado rostro, se puso en pie y dijo... Pero esta respuesta capítulo por sí merece. Capítulo XXXII. De la respuesta que dio don Quijote a su reprehensor, con otros graves y graciosos sucesos
Se daba cuenta aproximadamente de lo que decía el orador: «Franzosen, niños grandes, alegres, graciosos, imprevisores. ¡Las cosas que podrían hacer juntos los alemanes y ellos, si olvidaban los rencores del pasado!» Los oyentes germanos ya no reían. El consejero renunciaba á su ironía, una ironía grandiosa, aplastante, de muchas toneladas de peso, enorme como el buque.
La muchacha era la que llamaba más la atención, con su falda verde de menudos pliegues, bajo la cual se adivinaba la presencia de otras faldas, hinchado globo de varias envolturas que parecía empequeñecer aún más los pies finos y graciosos encerrados en blancas alpargatas. El pecho ocultaba sus contornos salientes bajo un mantoncillo amarillento con flores rojas.
Miró Watson su reloj con impaciencia. Son cerca de las siete, y hemos de vestirnos y comer antes de ir á la Opera... Cuando las mujeres se ponen á comprar trajes y sombreros, no acaban nunca. Celinda remedó la fingida indignación de su esposo con graciosos ademanes, y acabó por besarle, entrándose luego en la habitación inmediata para cambiar de vestido.
No carecen de encanto esas llanuras casi enteramente niveladas, cubiertas de plantaciones de lino y trigos que ondean como lagos de verdura al soplo de las brisas, y salpicadas á trechos de grandes entables de remolachas ó papas, de pequeños tabacales, ó bien de grupos elegantes de plantas de lúpulo cuyos festones entrelazados y flotantes forman graciosos pabellones de un verde amarillento muy bonito.
También los catequistas alegres, graciosos, vivarachos, van y vienen, reprenden a las educandas con palabras de miel y sonrisas paternales, y se meten entre banco y banco mezclando lo negro de sus manteos redundantes con las faldas cortas de colores vivos, y el blanco de nieve de las medias que ciñen pantorrillas de mujer a las que el traje largo no dio todavía patente de tales.
En esta sana alegría encontraba el médico la gravedad del hombre del campo, su alma sobria á la que basta la más insignificante broma para alegrarse. Eran espíritus nuevos, eternamente infantiles que al ponerse en movimiento divertíanse con cualquier cosa. Sabían que los versolaris eran graciosos por tradición y esto bastaba para que todos rieran aun antes de comprender sus palabras.
Acompáñanle ciertos heraldos que se llaman las rosquillas de la tía Javiera, y á su paso, el suelo está empedrado de buñuelos. Blanquecinas hojas del árbol del Paraíso embalsaman la atmósfera en torno suyo. Todas las flores de la estación salen á relucir sus lindas personas en graciosos grupos que se llaman ramos.
Palabra del Dia
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