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La sensibilidad, la cualidad por excelencia del Indio, fué herida, y si paciencia tuvo para sufrir y morir al pie de una bandera extranjera, no la tuvo cuando aquel, por quien moría, le pagaba su sacrificio con insultos y sandeces. Entonces examinóse poco á poco, y conoció su desgracia.

Con la nocion que tiene el hombre de su felicidad, suele tambien juntar la de la excelencia, de la grandeza, y demas cosas que pueden causarle contento.

¿Qué queréis? tanto robó á su excelencia, que es muy rico. ¡Ya! pues mira: vas á buscar ahora mismo á Esperanza. Muy bien. La darás esta sortija y la dirás: el caballero que os envía como señal esta sortija, espera hablaros un momento por una de las ventanas que dan á la callejuela excusada. Muy bien, señor. Pero al instante, al instante.

El porvenir es, en la vida de las sociedades humanas, el pensamiento idealizador por excelencia.

¡Por esta reja! ahora su excelencia está en el oratorio, y he podido bajar; pero á las doce su excelencia estará en su dormitorio, y el dormitorio de su excelencia da á un corredor, y este corredor á unas escaleras que están aquí orilla. ¡Ah! ¿conque tu señora se ha venido á lo último de su casa? Vive muy retirada. ¿Y no te atreves á venir por esta reja? No, señor. ¿Pues por cuál?

Quevedo permaneció algún tiempo sentado, después que apareció el duque. Esto hizo fruncir un tanto el ceño á su excelencia. Me han avisado dijo con secatura de que me esperaba aquí una persona para darme en propia mano una carta de la señora duquesa de Gandía.

Se dice añadió el narrador , que el duque... pues... su excelencia... no hay que citar nombres, tiene en su casa como preso al herido. ¡En su casa! Como que le hirieron junto al postigo de su casa. ¿Y no se sabe quién le hirió? Todavía no. Pero nadie hay preso ni mandado prender... De modo que... ¿qué más prueba queréis de que estas estocadas han venido de lo alto? Esto es grave dijo uno.

Eran el doctor Zurita, el obispo, el abate francés, el conferencista italiano y Ojeda. ¡Y qué de títulos!... El obispo era Su Grandeza, Zurita Su Excelencia, y Ojeda, por ser algo, aparecía con el título de doctor. Pero ¡qué graciosos estos gringos! Reía Zurita con una mezcla de burla democrática y satisfacción infantil.

Su excelencia el príncipe Tong me ha ofrecido pagar por cada uno diez mil francos, tomados de la suma que, en concepto de indemnización ha impuesto a la ciudad de Tien-Hó.

Pero la abundancia y excelencia de los vinos con que se rociaba una exquisita comida, no tardaron en disipar las nubes, despejar las frentes y despertar las inteligencias. La animación de las conversaciones acabó por tomar un diapasón más alto que de costumbre, como sucede con bastante frecuencia cuando se ha vencido un primer momento de frialdad embarazosa.