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Antes de hablar de Guevara como autor dramático, creemos oportuno citar algunos párrafos de aquella obra, en que el autor discurre burlescamente acerca del teatro y de los poetas dramáticos de su tiempo. El diablo cojuelo. Tranco 4.º «A las dos de la noche oyó unas temerosas voces que repetían: ¡fuego, fuego!

Cabesang Andang continuaba con su letanía de filipinos humildes y pacienciosos como ella decía é iba á citar otros que por no serlo se veían desterrados y perseguidos, cuando Plácido, con un pretesto insignificante, dejó la casa y se puso á vagar por las calles.

De modo que, a juzgar por lo que se ve en estos y otros varios ejemplos que citar pudiera, la opinión pública sólo castiga a los grandes bribones cuando no saben serlo. ¡Y a este tribunal sin conciencia ha de someter usted los honrados consejos de la suya? Pues eso mismo pienso yo exclamó Ángel, enardecido con aquel dictamen tan favorable a su causa.

Pero hay ciertas sustancias que participan de lo uno y de lo otro, es decir, de medicamento y alimento, y entre varias, podemos citar el aceite de hígado de bacalao, algunos frutos, y ciertas raíces. El medicamento puede ejercer su accion sobre el hombre sano ó enfermo, y de aquí resultan los dos órdenes de efectos, fisiológicos y terapéuticos.

Entre los productos de las plantas silvestres, aun podemos citar el cacao, que ha llegado á formar en los pueblos interiores bosques considerables, que se estienden cada dia mas y mas, prometiendo recursos inagotables al comercio: sucede otro tanto con la vainilla, que crece naturalmente en las selvas.

Yo entiendo que la cándida y sencilla apología que acabo de citar, basta para prueba de cuán benéfico fué para los indios el triunfo de España sobre ellos. Dicha sencilla y cándida apología vale más que las declamaciones pomposas. Los hechos posteriores la confirman plenamente.

El mismo autor añade: «Seis días después á otra mujer, porque vendía pepinos á más de la postura, la pasearon por las calles con los pepinos al pescuezo y le dieron doscientos azotesComo estos dos, pudiera citar infinidad de casos que prueban la manera con que Puñonrostro hacía justicia, y lo que era en el siglo XVI un Asistente de Sevilla.

Como el gran Relimpio hablara entonces de médicos y ensalzase a Miquis, el hombrazo dijo: «¡Ah Miquis!... Ese todo lo cura con agua fría. Le conozco mucho. Asiste a mi hermana Rafaela, la mujer de Alonso, el conserje de la casa de Aransis». Isidora no esperaba oír citar su casa ilustre, y se inmutó un poco.

Por otro lado, los Reyes de Castilla tuvieron siempre por gentes sospechosas á sus súbditos los vascos, quienes merced á sus privilegios constituían una especie de república, y además pasaban por hombres peligrosos, indomables. Esto fué causa de que se malograra más de una empresa de las ideadas por aquellos Príncipes. Bastará citar una sola, la de la armada Invencible.

Se dice añadió el narrador , que el duque... pues... su excelencia... no hay que citar nombres, tiene en su casa como preso al herido. ¡En su casa! Como que le hirieron junto al postigo de su casa. ¿Y no se sabe quién le hirió? Todavía no. Pero nadie hay preso ni mandado prender... De modo que... ¿qué más prueba queréis de que estas estocadas han venido de lo alto? Esto es grave dijo uno.