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Al día siguiente todos los periódicos hablaron de la muerte casual del pobre Taboada cuando se dirigía á su domicilio. El suceso dió tema para declamaciones contra la barbarie de los automovilistas que marchan á toda velocidad por las calles, matando al pacífico transeúnte.

En vista de esa terquedad dijo la marquesa esforzándose en no llevar la cuestión a un terreno dramático y en huir de las declamaciones me arrepiento de haber hecho a usted la justicia de creerla sincera y sin malicia. Una vez para siempre digo a usted que de los dos niños de mi infeliz hija, la hembra murió, el varoncito vive y está a mi lado.

Seturas, á pesar de su afición, que era tal que le obligaba con frecuencia á negarse á hacer la partida á los jugadores de naipes y de bolos, no había formado una opinión política sobre un cuerpo más ó menos sólido de doctrinas: en su afición era ciego y testarudo, y estaba tan encarrilado en la senda del periódico, que hubiera creído insultar la razón dudando una sola vez de sus declamaciones.

En vez de las pláticas morales que se usan y de las huecas y disparatadas declamaciones de sus colegas contra la ciencia y la razón, los sermones de nuestro escolapio trascendían fuertemente a lecturas modernísimas: en todos ellos procuraba demostrar directa o indirectamente que no existe incompatibilidad entre los adelantos de la ciencia y el dogma.

El doctor recordaba las declamaciones de muchos mitins obreros, á los que había asistido por curiosidad; los apóstrofes á los explotadores de las cantinas que engordan con los sudores del trabajador, que se redondean chupándoles la sangre; y se decía con gravedad: No; pues á éstos les luce poco la tal alimentación.

Esa es la política que persiste, que triunfa; puramente empírica y sentimental, personalista. Ni económica, ni social, ni científica. De palabras sonoras, de gestos teatrales, de declamaciones histriónicas, sin una idea económica, sin principio filosófico o propósito social que la determine.

Es la vieja política que vuelve o más bien, que continúa a pesar del cambio de unos hombres por otros, y de las declamaciones prosopopéyicas de los palaciegos en el Capitolio: es decir, la política de Tartufo, que ya encontrara aquí Luz del Día en su peregrinación por América, cuando, cansada de vivir en Europa, hizo su viaje de incógnito por estas tierras según la sabrosa creación alberdiana.

Algunos de ellos, á pesar de sus declamaciones contra el derecho de propiedad y contra las desigualdades de clase, lo que más apreciaban en Olga era su origen. Les producía confusión y orgullo á la vez pensar que eran amigos y protectores de una hija de gran familia de la capital, cuando hacía pocos años figuraban aún como jornaleros del campo ó vagabundos en lejanas provincias.

Desnoyers consentía á Roberto sus declamaciones contra los burgueses, porque se prestaba á todos sus caprichos de incesante arreglador de muebles. En la lujosa vivienda de la avenida Víctor Hugo, el carpintero cantaba la Internacional mientras movía la sierra ó el martillo. Esto y sus grandes atrevimientos de lenguaje lo perdonaba el señor, teniendo en cuenta la baratura de su trabajo.

Despreciaba los ideales políticos, pero por solidaridad de clase había aceptado en los últimos años todas las declamaciones contra los escándalos del régimen. ¿Qué podía hacer una República corrompida y desorganizada ante el Imperio más sólido y fuerte de la tierra?... «Vamos á la muerte se decía á solas . ¡Peor que en el 70!... Nos tocará ver cosas horribles