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El cuadro de santos de la Orden Dominica había sido restaurado por la misma Doña Paz, asistida de un hábil vejete carpintero, sacristán y encuadernador, y emplasto por aquí, pegote por allá, con media docena de brochazos negros en las sombras y una buena mano de barniz de coches por toda la superficie, había quedado como el día en que vino al mundo.

Pues ahora es la ocasión, porque empezáis á vivir replicó con audacia tranquila el carpintero. eres un hombre formal, sabes trabajar y harás feliz á mi Pepa. Cuando yo me casé tenía solamente... Frasquito no le dejó concluir. Con ademanes descompuestos, echando casi espumarajos por la boca, profirió: Lo que ha hecho usted es engañarme como un charrán.

También los carpinteros sacaban otro castillo en la procesión, pues, así consta de una escritura otorgada por el carpintero Diego Ruiz y el hospital y cofradía de San Felipe y Santiago que entonces era la advocación de los de aquel oficio, en la cual obligábase el susodicho á hacer á su costa el día del Corpus de 1530 «el oficio que los carpinteros llevan en la dicha fiesta» según las condiciones siguientes: 1.ª Obligábase á armar el castillo dos días antes del de la fiesta, costeando los herrajes que fueren menester para que pudiese ir y venir bien en la fiesta y á los doce hombres que habían de llevarlo, asi como desarmarlo terminada la fiesta.

No , no , no exclamó Teodoro, golpeándose el cráneo melenudo con su zarpa de león . , una cosa , y es que no sabemos más que fenómenos superficiales. Señora, yo soy un carpintero de los ojos nada más. Después fijó los suyos con atención profunda en aquello que fluctuaba entre persona y cadáver, y con acento de amargura exclamó: ¡Alma! ¿qué pasa en ti? Florentina se echó a llorar.

Desnoyers consentía á Roberto sus declamaciones contra los burgueses, porque se prestaba á todos sus caprichos de incesante arreglador de muebles. En la lujosa vivienda de la avenida Víctor Hugo, el carpintero cantaba la Internacional mientras movía la sierra ó el martillo. Esto y sus grandes atrevimientos de lenguaje lo perdonaba el señor, teniendo en cuenta la baratura de su trabajo.

El que habia pintado las vidrieras no se curaba de lo que habia trabajado el escultor, ni este de lo que labraba el imaginero; ni el plomero se cuidaba de si el desagüe segun su proyecto corresponderia ó no con las vertientes que el carpintero habia dado á la armadura del comblo.

Lo mismo, poco más ó menos, le dijo el viejo Cardenal al maestro carpintero. Frasquito tenía una mona que no se lamía el infeliz. Con lo cual se le aplacó bastante á aquél su enojo, contentándose ya solamente con manifestar su profundo desprecio hacia los muchachos del día, que «en cuanto lo cataban perdían la cabeza».

Apartaba los ojos de ellos para hablar con un compañero de fila, afeitado y de aspecto grave: indudablemente el cura que había conocido el día antes. Tal vez se tuteaban ya, con la fraternidad que inspira á los hombres el contacto de la muerte. Siguió el millonario con una mirada de respeto á su carpintero, desmesuradamente agrandado al formar parte de esta avalancha humana.

Y usted, patrón, que es viejo para ir á la guerra, tendrá que comer como yo, con todos sus millones... Reconozca que esto es hermoso. Desnoyers no se ofendía por la maliciosa satisfacción que inspiraban al carpintero sus futuras privaciones. Estaba pensativo.

Así, el apuntador, el electricista, el maestro carpintero, el individuo encargado de mover el telón, animados de los mejores deseos, también le aconsejan, aumentando con ello la selva de sus terribles inquietudes. Y, al fin, llega la noche del estreno; noche dramática, cruel, desgarradora; noche injusta, en la que el éxito es para todos, y el fracaso para el autor únicamente.