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Aflojó entonces Juanita el dogal que tenía echado al cuello del cacique, y le dijo: ¿Te rindes a discreción? ¿Te declaras vencido? Me declaro vencido; haz de lo que quieras. ¿Aprobarás y aplaudirás ahora que yo me case con don Paco, y serás en la boda su padrino? Aprobaré, aplaudiré y seré padrino en la boda.

Laura se llena de confusiones, siendo mayor su extrañeza al notar que su padre llama Félix á Lisardo, y le ruega que inmediatamente se case con su hija.

Al pensar don Braulio en esto decía siempre para : «¿Por qué me casé con ella?» Y él mismo se contestaba lo que ya decía en la carta a Paco Ramírez: «Yo la amaba, y esto lo explica todo; ella me ha amado, quizá me ama todavía; su amor, aunque hubiera sido sólo de un día, compensa todos los males que presiento y que en adelante pueden sobrevenirme

Ustedes, prosiguió, son ahora para dos amigos, los quiero con un mismo cariño. Mi pasión, te lo juro, Adriana, ha terminado. Tus ruegos de que me case con Julio son así absurdos. ¡Ah! Pero por favor, pónganse los dos del mismo lado, me cansa mucho tener que dar vuelta la cabeza a cada rato. Julio se levantó, la cara tranquila bañada en lágrimas, y obedeció. ¡Y llora! exclamó Laura conmovida.

Mas reflexione que si Magdalena se ha de casar alguna vez, ¿no hemos de preferir todos que se case con Amaury? ¿Es que habremos de creer que su dicha constituirá nuestra desgracia? ¿Acaso hemos de echarle en cara su alegría? Dejemos que sean felices y no tratemos de oponernos insensatamente a su destino.

De nada dirán, pues en San Andrés bendito me casé con mi Roque, que está en gloria, de la consecuencia de una caída del andamio. Esta dice que tiene el marido en Celiplinas, y será que desde allá le hace los chiquillos... por carta... ¡Ay, qué mundo! Te digo que sin criaturas no se saca nada: los señores no miran a la dinidá de una, sino a si da el pecho o no da el pecho.

Mi vanidad me engañó y por eso me casé con Beatriz; feo yo y ella hermosa; viejo, y ella joven; pobre, y ella con todos los instintos y las inclinaciones a la elegancia, al lujo y a brillar en el mundo.

Me casé sin saber lo que hacía. ¡Qué angelito!... ¡sin saber lo que hacía! Pues qué, ¿casarse es un acto insignificante y maquinal como beber un buche de agua? ¿Puede alguien casarse sin saber que se casa?... Hija mía, ese argumento guárdelo usted para cuando hable con tontas, que conmigo no vale.

El matrimonio es la verdadera vocación de la mujer, y no veo nada de espantoso en que una guapa muchacha se case con un buen mozo de su gusto... ¿Qué dice de esto la señorita? Al decir esto me estaba pellizcando amistosamente una oreja y moviéndola para despertar mi atención. Es que, hasta ahora, no tengo gana de casarme... ¡Soy tan feliz a tu lado! Frase clásica de dama joven.

Oranteo, hijo del rey de Hungría, ama á Laura, joven dama de singular belleza, pero cuya condición no es igual á la suya, y tiene de ella dos hijos. El Rey se opone á que se case el Príncipe con Laura, proyectando enlazarlo con otra Princesa. Para lograr su propósito, intenta enemistar á los dos amantes, y se enamora de Laura, á quien no conoce por su verdadero nombre.