United States or Libya ? Vote for the TOP Country of the Week !


No lamia la mano del dueño; no lamia sus piés; sino un palo que le lastimaba y que le heria; pero que era el palo con que le castigaba el que le daba de comer. Víctor Hugo ha dicho: La virtud que en el mundo está en destierro, Hombre no pudo hacerse ... y se hizo perro. =Dia duodécimo=. Bustos de azúcar y de chocolate. Hombres que no debian comer. Apuros.

Aquellas mujeres me tomaron medidas, y tres días después me llevaron ricos vestidos y muchos trajes de dama, y de dama principal; por otra parte, don Hugo me llevó joyas. Cuando me vistieron, cuando me engalanaron, don Hugo exclamó enamorado: ¡Es un sol! Yo estaba aturdida, me miraba en un espejo, y no me conocía; me parecía que mi hermosura había crecido. La felicidad me hacía sufrir.

Pero esto sólo representaba á los ojos de los admiradores de Simoulin un detalle histórico insignificante, y todos repetían, con la firmeza del que dice la verdad: Víctor Hugo, que fué íntimo amigo de nuestro Simoulin. De otras amistades hablaba el grande hombre con más exactitud. En el Barrio Latino había tenido por camaradas á Zola, á Daudet y á otros escritores de su generación.

Contad, que me desvivo por saber algo de vos. Pues bien, sabréis la historia, pero no el nombre. Algo he de otorgar al hombre que ha hecho de su hermano un enemigo, por culpa mía. Después de todo, Hugo dijo que venís derechamente del convento, de suerte que será esto á manera de confesión, como si fuerais un reverendo de barba blanca ¿eh?

Escribí á don Hugo que me veía expuesta á quedarme sola en el mundo, y don Hugo me contestó, enviándome los papeles necesarios por medio de un amigo suyo para que pudiera casarme con él por poder, que para este efecto había dado á su amigo.

Hay ejemplos irrecusables que comprueban la verdad de lo que acabo de manifestar. El hombre más inspirado del siglo XIX, Víctor Hugo, el inmortal autor de las Hojas de Otoño, trabaja diariamente un número crecido de horas. Balzac, el coloso que rivaliza con él, trabajó más que nadie en el mundo. Ni uno ni otro han necesitado esperar la inspiración jugando a las siete y media.

Dicho esto, preguntó: ¿A do vamos, que en el de la Cruz se representa La Ifigenia, y en el del Príncipe una comedia? Hugo dijo: Muy amigo soy yo de una tragedia. El Pinciano: Yo de una comedia. Y Fadrique: Pues echen suertes, que yo á todo me acomodo. Y Fadrique: Pues así es, vamos al que está más cerca.

Una mañana, doña Luisa, en vez de entrar en la iglesia de la plaza Víctor Hugo, siguió adelante hasta la rue de la Pompe, halagada por la idea de ver el estudio. Le pareció que con esto iba á ponerse en contacto con su hijo. Era un placer nuevo, más intenso que contemplar su fotografía ó leer su última carta. Esperaba encontrar á Argensola, el amigo de los buenos consejos.

Emilio Zola sostiene que los poetas líricos de ahora son pajaritos que cantan en el árbol de Víctor Hugo. Es la pura verdad. Carduci, Núñez de Arce, Copee, Sully Prudhome, Campoamor y otros pocos no hacen más que glosar con dulzura el canto sublime del titán del siglo XIX, reflejar la luz gloriosa del astro que se está acostando entre vivas y esplendorosas llamaradas.

Un día, por último, no pudiendo guardar por más tiempo ese secreto con su padre, le había revelado que escribía su diario. Para fortificar la memoria solía copiar las poesías que más la agradaban: versos de Patri, de Aleardi, de Manzoni, de Shelley, de Byron, y ese día, recitando el papa una poesía de Víctor Hugo, copiada de un periódico, no la recordó bien y fue a buscar su libro.