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Yo he estrenado un drama con inenarrable éxito. Yo tengo un estómago delicado. Esta última superioridad es la que todos le reconocen. A eso voy. Yo necesito beber agua de Vichy en las comidas. Yo comprendo que, cuando vamos en fila al refectorio, yo, el único, con mi botella de agua de Vichy en los brazos, todos los demás me envidian, y diré más, hasta me aborrecen.

Junto á la puerta principal estaba el mostrador, mugriento y pegajoso; detrás de él, la triple fila de pequeños toneles, coronada por almenas de botellas conteniendo los diversos é innumerables líquidos del establecimiento.

Hasta se podían ver sus descarnados costillajes, cuyas puntas coronaban en desigual fila una de las alturas.

Cerca de la lanza del primer carro, a la derecha de la fila, se hallaban acurrucados dos carabineros, que llevaban unas guerreras de color azul celeste; dos verdaderos colosos, cuyas robustas naturalezas se rendían agobiadas por el dolor; parecían dos cariátides aplastadas por el peso de una masa enorme.

Los de la primera fila hicieron gran destrozo; pero a los de la segunda nos costó más trabajo, porque avanzando demasiado los delanteros, quedamos envueltos por la infantería, lo cual atenuaba un poco nuestra superioridad. Sin embargo, destrozábamos pechos y cráneos sin piedad.

Y casi en el mismo instante comenzaron a entrar monjas, formando fila, que iban a colocarse en pie delante de los bancos, con silencio y corrección admirables. Detrás de las monjas, que serían unas treinta, vinieron las educandas internas, a quienes reconocí por el chal blanco que les caía por la espalda. El rostro apenas se podía distinguir.

¡A ver si hay silencio! gritó el empleado imperiosamente. Todos quedaron inmóviles, con la vista baja, pero vagando en su boca una sonrisa, como si les divirtieran muchísimo los incidentes de su vida de encierro. El empleado siguió designando por sus nombres a la doble fila de pillos.

Pero el príncipe se ocultó detrás de la primera fila de curiosos, agachando su cabeza, y los ojos de ella siguieron adelante en su visión circular, nuevamente apagados, creyendo sin duda en un error de la ilusión. Al quedar de pie Alicia, las gentes se la mostraban. Esta era la dama que acompañaba al oficial.

Pero en el momento de resolverlo, alcanzamos una numerosa caravana que, en orden de uno por fila, caminaba lenta y pausadamente bajo aquel sol de fuego que impulsaba a acelerar la marcha. Eran los señores Cuervo, de uno de los que he hablado ya, que iban a tomar el vapor, acompañados de varios amigos. Pensaban pasar la noche en Guadua.

Volvió á la plaza, latiéndole el corazón y con el espíritu turbado por un principio de inquietud. Allí una fila de coches esperaban á los invitados y todos los cocheros estaban en el café. Muy alarmado, Mauricio volvió al jardín, se quitó el abrigo y entró en el salón en busca de su tutor. Roussel no tuvo más que mirar á su hijo para comprender que ocurría un incidente inesperado.