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EL MARINO. Y en medio de ellos el gitano que se debatía blasfemando e insultando a todos los santos del Cielo y al señor gobernador. LA MULTITUD. ¡Jesús, qué horror! ¿y cómo os librasteis del monstruo? EL MARINO. Afortunadamente el capitán tenía una botella de agua bendita por el arzobispo de Toledo, y como el infernal buque estaba muy cerca, se la echamos a bordo.

Moreno gastaba y gastaba mientras tuvo que gastar, y yo le iba enseñando los placeres de la vida. ¡Pobre tonto!... Quedó encogida en su asiento y con la cabeza baja después de hablar así. Parecía haberse empequeñecido. Al levantar los ojos encontraba la mirada severa del español y volvía á bajarlos, fijándolos en la botella.

Refiere Rondelet que una carpa que guardó metida por espacio de tres años dentro de una botella de agua sin darle de comer, aumentó, sin embargo, su tamaño al extremo que no hubiera podido salir de la botella. Esto es muy distinto del lento y costoso progreso de nuestros animales terrestres.

Me importa á , que veo lo que suda el mi hijo pa ganar un peazo de pan que vendes por una botella de aguardiente, en lugar de partirle con tus hijos.

En la callejuela sombría esperaba la carretela. El cochero, fiel á su promesa, no la había abandonado, pero se había hecho llevar una botella de vino y bebía á la salud de los novios. Las once acababan de dar en el campanario del pueblo. El momento de la partida se aproximaba.

La botella de agua mineral es para él puesto que él presume que lo es para los demás una insignia jerárquica, un símbolo de superioridad. ¿Un símbolo, acaso, de superioridad económica? Desde luego; pero esto, para Apolonio, es lo secundario.

Una botella la pagaría el doctor Rubau, que apenas había tomado algunas gotas mezcladas con agua mineral; otra, su gran amigo Munster; otra, Ojeda... y él se reservaba modestamente para el banquete siguiente. Sus ojos, cada da vez más animados y saltones, acompañaron la mirada distraída de su amigo hasta la próxima mesa, ocupada por una mujer sola. ¡Mire usted a nuestra vecina la yanqui!

La primera de estas obras descritas todas cuidadosamente por Aureliano de Beruete , representa una vieja puesta de perfil y cubierta en parte la cabeza por una cofia blanca, que es la nota más clara del cuadro; tiene en la mano derecha una cuchara de palo, en la izquierda un huevo: ante ella se ve una mesa con utensilios de cocina, y a su derecha un muchacho que se le acerca trayendo en la izquierda una botella y sujetando con la derecha contra el cuerpo un melón enorme.

Ahora presentaba un color indefinible entre amarillo de ámbar, ceniza y verde botella, con fuertes toques negros en los sitios de apoyar la cabeza y las manos.

Y dejó los hombros de don Juan y se acercó á la mesa. ¿Qué haces? dijo don Juan. ¡Tengo sed! ¡una sed que me devora! contestó Dorotea fijando una mirada indescribible en la pera adornada con el lazo rojo y negro que se veía en medio de la mesa. Y tomó una botella y llenó de vino una copa.