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Julieta no se había levantado, y después de responder con una ligera inclinación de cabeza al saludo ceremonioso del joven, se quedó esperando. Raúl parecía un poco turbado a pesar de su aplomo. La actitud cortés pero digna de la joven empleada paralizaba sus brillantes facultades.

¿Y quién la mató? Lea levantó orgullosamente la cabeza y respondió con acento terrible. ¡Yo! ¡, desgraciada! ¿Y cómo? Vas á saberlo. Todo quedó en silencio, solamente turbado por la respiración anhelosa de Lea. El rumor de la ciudad dormida se apagaba á lo lejos con el sordo rodar de los ya escasos coches.

Turbado por los celos, mi corazón, que hasta entonces había como florecido, despidiendo un sentimiento apacible y contemplativo cual el de la religión, ardía ahora con apasionado centelleo, y lo que había amado, por extraordinaria contradicción más digno de ser amado le parecía.

Pero yo no he faltado, yo no he mentido... balbució Doña Sola y Monda entre suspiro y suspiro . Lo que usted dice, muerto estaba y enterrado en mi corazón para no resucitar jamás. Lo , lo dijo Cordero no menos turbado que su amiga . ¡Oh! la voz aquella, la voz aquella blanda y un poco triste que hablaba aquí en mi conciencia, ¡qué bien me lo decía! Pues oiga usted todo.

Mientras tanto, don Carlos casi ayudaba á incorporarse á Manos Duras. ¡Levántate, hijo de... para que no digas que te mato sin defensa! Saca tu facón y pelea. El cuchillo lo tenía ya en la mano el gaucho, pero Rojas no lo había visto, turbado por el goce feroz de encontrar finalmente á ese hombre al alcance de su diestra.

Yo Le respondí que tuviera Á dicha poder servirle: Breve y bastante respuesta. 200 Dijo que el Duque sabía Su calidad y nobleza; Que le enseñase la carta, Ó que era mía la afrenta De la disculpa engañosa. 205 Yo, por quitar la sospecha, Saqué la carta del pecho, Y turbado leyó en ella Estas razones, María. Quien tal mostró, que tal tenga. 210

El pobre Lázaro estaba tan turbado, que se le figuraba que aquella persona era una aparición, un ser enviado del cielo para ampararle en aquellos apurados momentos. Esperaba verla desaparecer al concluir su misión, y la miraba con ese estupor silencioso que causa lo sobrenatural y desconocido. No tenía antecedentes de aquella joven, ni había sospechado que existiera y se encontrara allí.

Era la última noche que íbamos a pasar en San Javier, puesto que debíamos regresar a México el día siguiente, y me metí en cama con ánimo de descansar, indiferente al suceso que tan repetidas veces había turbado mi sueño. La tos, esa noche, me pareció más fuerte y rebelde que en las anteriores.

-Abrenuncio habéis de decir, Sancho, y no como decís -dijo el duque. -Déjeme vuestra grandeza -respondió Sancho-, que no estoy agora para mirar en sotilezas ni en letras más a menos; porque me tienen tan turbado estos azotes que me han de dar, o me tengo de dar, que no lo que me digo, ni lo que me hago.

«Estás, estás... le dijo turbado por la emoción , que pareces una diosa... Vengan las duquesas a tomarte por modelo... ¡Riquín!, hijo mío, sol, dame más besos... ¡Bendita sea tu madre!». Mucho se alegraba también Isidora de ver a su padrino; pero un asunto urgentísimo les separaría muy pronto. «¿No viene hoy ese bruto? dijo Relimpio. No; hoy habla en el Congreso.