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Era el perro despidiendo al pobre albaet, lanzando un quejido interminable, con los ojos lacrimosos y las patas estiradas, cual si quisiera prolongar el cuerpo hasta donde llegaba su lamento. Fuera, don Joaquín daba palmadas de atención: «¡A ver!... ¡Que forme toda la escuelaLa gente del camino se había aproximado á la barraca.

Una de estas veces marchaba Facundo Quiroga por una calle seguido de un ayudante, y al ver a estos hombres con frac que corren por las veredas, a las señoras que huyen sin saber de qué, Quiroga se detiene, pasea una mirada de desdén sobre aquellos grupos, y dice a su edecán: «Este pueblo se ha enloquecidoFacundo había llegado a Buenos Aires poco después de la caída de Balcarce. «Otra cosa hubiera sucedido decía si yo hubiese estado aquí. ¿Y qué habría hecho, general? le replicaba uno de los que escuchándole había; S. E. no tiene influencia sobre esta plebe de Buenos AiresEntonces Quiroga, levantando la cabeza, sacudiendo su negra melena, y despidiendo rayos de sus ojos, le dice con voz breve y seca: «¡Mire usted!, habría salido a la calle, y al primer hombre que hubiera encontrado, le habría dicho: ¡sígame!; ¡y ese hombre me habría seguidoTal era la avasalladora energía de las palabras de Quiroga, tan imponente su fisonomía, que el incrédulo bajó la vista aterrado, y por largo tiempo nadie se atrevió a desplegar los labios.

Cuando la señorita invitada se levantaba para apoyarse en su brazo, empezaban a sentirse dueños de mismos. Otros menos osados daban tres o cuatro chupadas intensas al cigarro, despidiendo el humo hacia el pasillo, y, después de arrojar la punta, se dirigían pausadamente hacia alguna joven de las menos agraciadas, que les pagaba su atención con una sonrisa henchida de promesas amables.

Pues lo que es hoy que no me quedo con esto dentro del cuerpo pensó mi hombre al otro día, entrando en la sala, hecho un sol de limpio y despidiendo, como todas las mañanas al salir de su casa, un fuerte olor a colonia . ¿Y dónde está?, ¿qué hace que no sale? Es un encanto esa mujer, y tengo al tal Santa Cruz por el gaznápiro más grande que come pan... ¡Cuánto me hace esperar!

La fina membrana, blanca, suavísima, iba en pocos minutos de la rodilla de la buñolera, de la servilleta nivea, a la sartén hirviente; chillaba la manteca al apoderarse de la masa, la cual se esponjaba en mil ampollas, y a poco salía el buñuelo incitante y tentador, aunque despidiendo cierta fragancia empalagosa.

Dando paseos por su estancia; despidiendo desabridamente á la curiosa Lucía, que asomó la rubia cabeza á la puerta, y preguntó, como de costumbre, qué había de nuevo, y lleno todo de agitación, esperó D. Fadrique más de hora y media. El fraile llegó al cabo; pero, antes de que abriese los labios, columbró D. Fadrique, en lo melancólico que venía, que era portador de malas nuevas.

Un ruido de faldas almidonadas que vino de la escena llamó la atención de Emma, sacándola de aquel deliquio de amor propio satisfecho. Por la puerta del foro entraba una elegantísima señora a paso ligero, barriendo las tablas con una cola muy larga y despidiendo chispas de todo su cuerpo, vestido de brocado de comedia y cubierto de joyas falsas, diadema inclusive.

Mario logró desasirse, y besando con efusión las manos de su esposa, exclamó sonriendo, mientras bañaban su rostro las lágrimas: ¡Qué niños somos! Parece que me estoy despidiendo para el fin del mundo. Y salió de la estancia precipitadamente. Carlota le siguió, y en lo alto de la escalera volvieron a abrazarse. Cuando hubo salido a la calle y traspuesto la esquina, se detuvo.

Ya no se hablaba de Obdulia, ni de su prima la de Madrid, su modelo; se hablaba del tiempo; y Glocester no se movía. Se habían ido despidiendo todos los señores canónigos; quedaban los tres y el Palomo, que abría y cerraba cajones con estrépito y murmuraba; maldiciones sin duda.

, afirmó Pecado, despidiendo de sus ojos brillo de animación y alegría . Para ir mandando la tropa y arreando palos..., así..., ¡toma! No, no, no se pega. No creas que los generales pegan... Hay carreras preciosas, como Estado Mayor, Ingenieros, Artillería. ¡Artillero, artillero! gritó Pecado, dando golpes en la mesa . Ya me verás, cañonazo va, cañonazo viene... ¡Bum, bum!