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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Vamos, ¿tienes cigarros?... ¿no?... Espera, voy a traerte. Y, turbado siempre, me precipito a la pieza donde tengo mis provisiones de fumador; me parece que la punta encendida de un cigarro va a mejorar la situación. Pero, al volver, con mi caja debajo del brazo, veo por la puerta que ha quedado abierta... ¡Ah señores! veo una cosa que me hiela la sangre en las venas...
RUIZ. Fuera estoy. MANRIQUE, después GUZMÁN y FERRANDO MANRIQUE. ¿Qué haré? Turbado estoy... ¿Llamaré? Tal vez orando estará. Acaso en este momento llora cuitada por mí. Nadie viene... por aquí... es la iglesia del convento. FERRANDO. Tarde llegamos, Guzmán. GUZMÁN. ¿Quién es este hombre? FERRANDO. No sé. GUZMÁN. ¿Oyes el canto? FERRANDO. Sí, a fe. GUZMÁN. En la ceremonia están.
Pero no hubo remedio. El barquero en pie empujaba la barca por medio de la maroma tendida de una á otra orilla. Demetria clavó sus ojos grandes, límpidos, inocentes en Nolo y le dijo: ¿Qué tienes conmigo, Nolo? ¿Te he hecho algo malo? El mozo, turbado hasta lo indecible y sin osar mirarla á la cara, balbució: Nada me has hecho, Demetria... pero hay cosas... hay cosas...
Las manos flacas y huesosas de aquel personaje aplaudían, resonando como dos piedras cóncavas. Le miraba sin cesar mientras hablaba, y á no encontrarse el orador muy poseído de su asunto y muy fuerte en su posición respecto al auditorio, se hubiera turbado sin remedio, dando al traste con el discurso. La persona que así le miraba y le aplaudía era su tío.
Serás obedecido, rey de la locura replicó el Sultán. Y él mismo, levantándose de su solio como a tientas, quitó la cobertera de papelón, añadiendo: Respira y solázate, rey de la locura. No soy por cierto el rey de la locura respondió Ben-Farding. ¿Cómo no? articuló turbado el Sultán.
El conde volvió a tomar la baraja y se dispuso a echar nueva talla. Alto ahí dijo D. Luis ; entendámonos antes. ¿Dónde está el dinero de la nueva banca de Vd.? El conde se quedó turbado y confuso. Aquí no tengo dinero contestó , pero me parece que sobra con mi palabra.
Debemos ser parientes dijo ella. Es muy posible repuse yo. Pues si eres algo pariente mío, no te choque que te hable de tú, porque a mí me pareces todavía un chiquillo. Yo, completamente confundido y turbado, le dije que me alegraría de esta confianza por su parte.
¡Rubia! exclamó muy turbado. ¡Tiene un ligero acento francés y se ha teñido de rubio! ¡Vamos! querido, ya verá usted cómo todo le sale á pedir de boca: Jenny resultará, de fijo, una verdadera morena y una falsa americana... Pero baja el telón. Vamos al escenario, si usted quiere; hablaremos con la prima donna y la invitaremos á cenar.
El pobre labrador ni se fijó en los miles de reales á que subía su deuda con los dichosos réditos: tan turbado y confuso le dejó la orden de abandonar sus tierras. La debilidad, el desgaste interior producido por la abrumadora lucha de varios años, se manifestó repentinamente.
Miraba la hora en los relojes de las tiendas y tabernas. Unos marcaban ya las cuatro, otros las cuatro menos diez. Nueva confusión. El tiempo estaba también turbado. No sabía si apresurarse o detenerse. No quería llegar ni antes ni después de la hora. Al fin vio en el extremo de una callejuela un esquinazo de revoco, un balcón, el primero de larga fila de balcones, y se detuvo mirándolo.
Palabra del Dia
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