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Además de mi apatía e indolencia, exagerada un tanto por mis convecinos los luzarenses para presentarme como un tipo estrambótico, soy un sentimental y un contemplativo. Me gusta mirar, tengo la avidez en los ojos; me quedaría contemplando horas y horas el pasar una nube o el correr una fuente.

La conversacion era tan animada entre nosotros y dos ó tres franceses y algunos suizos de la misma raza, como notable el silencio contemplativo de los ingleses. Llamónos la atencion particularmente un ministro ó pastor protestante del canton de Vaud, que viajaba muy modestamente con su hija, una inteligente y graciosa señorita de diez y seis años, con ánimo de hacer fructuosas excursiones á pié.

Turbado por los celos, mi corazón, que hasta entonces había como florecido, despidiendo un sentimiento apacible y contemplativo cual el de la religión, ardía ahora con apasionado centelleo, y lo que había amado, por extraordinaria contradicción más digno de ser amado le parecía.

Aquel riente espectáculo, que parecía impregnado de la gracia y la alegría de mi Gloria adorada, perdió de pronto su encanto. Nada me decía. Su vida no era la mía. El espíritu de belleza vivo y ardiente que lo animaba rechazaba el mío, serio y contemplativo.

Te lo confesaré todo: cuando Petronila me deja sola, incurro en una puerilidad que no decidir si es inocente o viciosa. Sólo que es acto meramente contemplativo; que es desinteresada admiración de la belleza; No es grosería sensual, sino platonismo estético lo que hago. Imito a Narciso; y sobre el haz fría del espejo aplico los labios y beso mi imagen.

Para aquellos novelistas en quien la imaginación no ha llegado á tal grado supremo de viveza que permita escribir sin la observación atenta de todos los días, el modelo, el dato real es de absoluta necesidad: pero como ayuda poderosa para su fantasía, me atrevo á aconsejar el estudio no práctico, sino contemplativo de las artes plásticas.

Trabajar horas y horas, de longitud inacabable, despidiéndose para siempre de las horas calmas y fugaces dedicadas al ocio contemplativo y al coloquio secreto con su habitante interior.... ¡Imposible! Tal era el pavoroso faraón crónico que traía a mal traer a Belarmino. Buenas tardes nos Dios. ¿Hay alguien en la casa? dijo una voz flaca y aguda, como de flautín, que caía de lo alto.

Para meditarlos, para clasificarlos, para extraerles el jugo, se salía al pasillo, y envuelto en su bata alfombrada y provisto de silenciosas zapatillas suizas, paseaba grave y acompasadamente hasta la hora de almorzar. Después del almuerzo y de reposar algunos minutos, se salía a dar un largo paseo contemplativo por el Retiro.

Al llegar al arroyo de Butarque, Miquis creyó oportuno distraer a su compañera de viaje, porque, realmente, ¿a qué conducía aquel llorar continuo, si nada podía remediarse? Sentados uno junto a otro, callaron largo rato, él contemplativo, dolorida ella. Miquis canturriaba entre dientes. Isidora cuidaba de ocultar sus pies para que Miquis no viera lo mal calzados que estaban. «Isidora... ¿Qué?

Tal parece ser el primer empleo del hombre. Llamémosle teoría. Su fruto ó resultado debe ser la verdad. Su exposición metódica es la Ciencia. Pero el hombre no es un ser meramente pasivo y contemplativo. No está en el mundo sólo para asistir al espectáculo, gozar de él y aplaudirle, sino que, á más de ser espectador, ha de ser actor.