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A monk of another order said of it in the seventeenth century: "It is the pleasantest place of all about Mexico.... Were all deserts like it, to live in a desert were better than to live in a city." Después de este abrazo volvimos a montar a caballo, y continuamos nuestro camino en silencio, porque la emoción nos embargaba la voz.

Todos decían que hablaba muy bien, que sabía mucho nuevo, que daba muchas limosnas el señor cura del pueblo de Dolores. Decían que iba a la ciudad de Querétaro una que otra vez, a hablar con unos cuantos valientes y con el marido de una buena señora. Un traidor le dijo a un comandante español que los amigos de Querétaro trataban de hacer a México libre.

Y con sus títulos de Abogado y doctor en Filosofía y Letras, dejó la nación hispana, en 1873, y se fue a visitar a París, Londres y otras importantes ciudades de Europa, siguiendo luego viaje a México, en donde le esperaban, ansiosos de abrazarlos, sus padres y hermanas.

Pero él cuando fue a Guatemala, ya estaba comprometido en México con Carmen Zayas Bazán, a quien hizo luego su esposa y es hoy su viuda respetada: por eso no amó Martí aquella criatura tan tierna y talentosa. Martí salió a México de nuevo a contraer matrimonio, y volvió casado a Guatemala.

Lo sacaron detrás de una tapia, y le dispararon los tiros de muerte a la cabeza. Cayó vivo, revuelto en la sangre, y en el suelo lo acabaron de matar. Le cortaron la cabeza y la colgaron en una jaula, en la Alhóndiga misma de Granaditas, donde tuvo su gobierno. Enterraron los cadáveres descabezados. Pero México es libre.

Relacion de los naufragios del Governador Alvar Nuñez Cabeza de Baca. Comentarios del mismo de lo sucedido durante su Govierno del Rio de la Plata. Historia General de las Indias, por Francisco Lopez de Gomara. Chronica de la Nueva-España, ò Conquista de Mexico, por el mismo.

Aun conservo las cartas de Linilla. El P. Herrera nunca me dio las mías. ¡Para qué! pensaría. ¡Cosas de muchachos! Angelina profesó en México dos años después. Cuando las Hermanas fueron expulsadas pasó a París, y de allí la mandaron a Cochinchina. En París la vieron los señores Fernández. ¡Si usted la viera, Rodolfo! me decía la señora. ¡Lindísima! Parece una santa.

Este era el alma de la tertulia por lo bullicioso y decidor. Inteligente, instruído, perspicaz, oportuno, hacía que le oyéramos sin darnos cuenta de las horas que pasaban. Recibió el título a mediados del 67; había estudiado en Villaverde, en Pluviosilla y en México.

Entonces leí muchos versos de Justo Sierra, las crónicas teatrales de Peredo, y las revistas que Altamirano escribía en «El Siglo XIX» y en «La Revista de México». No olvido ni olvidaré jamás el interés con que devoré algunos trabajos literarios publicados en aquellos días.

La sala está en lo de delante del velador, y tiene en medio una mesa, con el pie hecho de un carretel de hilo, y lo de arriba de una concha de nácar, con una jarra mexicana en medio, de las que traen los muñecos aguadores de México: y alrededor unos papelitos doblados, que son los libros.