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El propio Godfrey, cuando le preguntaron bromeando si ya estaba fijado el día, sonreía con la sensación agradable de un pretendiente que hubiera podido responder «» si así lo hubiera querido. Se sentía transformado, libre de la tentación y la visión de su vida futura se le aparecía como una tierra prometida por la que no tenía necesidad de combatir.

Pero la severa visión no pudo persistir. Los sentidos tiraban de las traíllas. El turbión de la virilidad apagaba la luces interiores. ¡Allí estaba ante él una mujer hermosa y desnuda, a dos pasos de su boca, de su juventud!

Estaba escrito que el calavera sería infiel a la memoria de la pobre muerta, pues el recuerdo de Magdalena en lo pasado y la visión del fúnebre porvenir que le preparaba la venganza de Amaury se fueron esfumando tras del gozo que le producía su triunfo del presente, y no se volvió a dar cuenta exacta de su nada envidiable situación hasta que llegado el momento de retirarse, Antoñita le tendió la mano dándole las buenas noches de una manera encantadoramente afectuosa.

Corrió la gente a las cubiertas casi a medio vestir, y sus ojos, habituados al infinito azul, tropezaron rudamente con la visión de las tierras inmediatas, costas negras cubiertas hasta la cima de bosques lustrosos, de un verde tierno, como si acabase de lavarlos la lluvia. A ambos lados del buque alzábanse las montañas que guardan la entrada de la bahía de Río Janeiro.

De esto resulta que al ver, debió de imaginarse que la nueva vision era la misma que la antecedente, y que por tanto no le sucedia otra cosa que un simple cambio de objeto. Para apreciar la fuerza de la vista con respecto á las distancias, mejor hubiera sido un ciego absoluto, porque no hubiera tenido ningun hábito contrario ni favorable al conocimiento de las mismas.

Yo sentiré en la brisa tu perfumado aliento, Tu voz consoladora traerá á mi oido el viento, Y te veré en las nubes cruzar como vision; Yo sentiré tus pasos en medio á las tinieblas, Y al ver cubrirse el aire de transparentes nieblas, Tus blancas vestiduras veré yo en mi ilusion.

Que ningún otro, acá abajo, herede esta visión de mi espíritu, de esos pensamientos que a cada instante quisiera dominar y que se extienden como un hechizo sobre mi alma. Porque, al fin, esa brillante esperanza y ese tiempo liviano se han ido, y mi reposo terrestre, me ha dejado, él también, con un suspiro, al pasar.

Raudales de luz inundan los espacios produciendo en los seres sensitivos los admirables fenómenos de la vision; raudales de calórico se extienden en todas direcciones y llevan por todas partes el movimiento y la vida; ¿dónde está la falta de actividad atestiguada por la experiencia?

Don Fernando temblaba: sus gafas azules empañábanse turbando la visión de sus ojos. La fría impasibilidad que le había acompañado en los azares de su vida, derretíase ante aquel pequeño cadáver, ligero como una pluma, que acostaba en el lecho de su miseria.

Fuese llegando la visión, y, cuando llegó a la mitad del aposento, alzó los ojos y vio la priesa con que se estaba haciendo cruces don Quijote; y si él quedó medroso en ver tal figura, ella quedó espantada en ver la suya, porque, así como le vio tan alto y tan amarillo, con la colcha y con las vendas, que le desfiguraban, dio una gran voz, diciendo: ¡Jesús! ¿Qué es lo que veo?