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Perdió aquel refugio de sus horas desocupadas que eran muchas, y anduvo como alma en pena vagando de café en café hasta que al cabo de algunos años tropezó con don Santos Barinaga en el Restaurant y café de la Paz, donde todas las noches el enemigo implacable del Magistral se preparaba a mal morir bebiendo un cognac con honores de espíritu de vino. Entablaron amistad que llegó a ser íntima.

Mientras salvaban la distancia que mediaba entre el soportal y el café, una voz irritada, la misma que había protestado contra la mala educación de aquel pueblo, decía con más cólera aún: ¡Siempre he dicho que no hay perros peor enseñados que los de esta villa! EL SARAO DE LOS SE

Además, el café con media tostada tiene cierta apariencia de cena... claro que la apariencia nada más; significa quedarse sin cenar... decorosamente.

A juzgar por la muestra, en Turquía los pintores no emplean más que un color en cada cuadro; en este cuadro se ha utilizado el verde. El mar, el cielo, los navíos, el mismo almirante Hamadí, todo es verde, ¡y qué verde!... La costumbre árabe exige retirarse temprano. Después de tomar el café y de fumadas las pipas, saludo a mi anfitrión y lo dejo con sus mujeres.

Al principio el orador se ponía en pie sobre una mesa, y hablaba; después el dueño del café se vió en la necesidad de construir una tribuna.

Aquella noche, mientras tomaban café en el terrado adornado de naranjos y adelfas y Blanca descifraba en el piano un nocturno de Chopin, estaban discutiendo la cuestión de una nueva institutriz y la de Candore se quejaba vivamente de la dificultad de hallar una reemplazante para miss Dodson.

No, la cosa no marchaba a su gusto, y prueba de ello era la corte discreta que hacía a don Raimundo el prestamista, aquel pájaro que no se aventuraba en una empresa, sin probar antes la resistencia de sus alas, tan prudente, que no daba nunca un paso en falso, tan sutil, que no dejaba rastro; la situación empeoraba, apremiaban las deudas, escaseaba el dinero, los Bancos iban a cerrarse, la campana de la liquidación suprema a tocar a rebato... Si la marea subía siempre y llegaba hasta la poltrona de Eneene, su protector y su cómplice, era seguro que las aguas le arrastrarían también a él... Miraba el levitón café de don Raimundo moverse de grupo en grupo, y se decía que quizá su salvación estaba en agarrarse de aquellos faldones y dejarse allí las uñas, antes que soltarlos.

Los disidentes empezaron a reunirse en el café de Londres situado en la calle de Caborana. Pero no muchos meses después corrió por la villa la noticia de que alquilaban un almacén en la calle de San Florencio para establecer sus reuniones. Y así fué.

Podía igualmente ser consocio en una pareja de barcas dedicadas á la pesca del bòu. Le esperaba una vejez feliz y honrosa; sus antiguos compañeros de navegación iban á envidiarle. Se levantaría á media mañana, iría al café, figuraría como devoto rico en todas las fiestas religiosas del Grao y del Cabañal: tendría en las procesiones un puesto de honor...

Cuando llegó el café, Sánchez Morueta fumaba un cigarro enorme, uno de los habanos que le enviaban de Cuba, elaborados directamente para él, con su nombre y su retrato en la sortija, y cuya adquisición era motivo de orgullo entre la gente menuda que laboraba en la Bolsa ó en los negocios de minas. Transcurrió otra hora, sin que el millonario diese señales de existencia.