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Cuando pienso en esto me estremezco todavía. Hablando y paseándose por el estudio y por el jardín, los dos hombres llegaron al medio día y se sentaron melancólicamente en el hermoso comedor. No era así como Mauricio había pensado almorzar aquella mañana. Roussel leía este pensamiento en su cara y estaba triste por su tristeza.

Conocía muy bien aquella via Maggio y en el momento acudieron á su memoria el Ponte-Vecchio, con sus tiendas y el Arno cenagoso, corriendo entre sus muelles de piedra. Tenía en la mano el cofrecillo y un ruido metálico se produjo en el interior, como el sonido de anillos de oro. Mauricio pensó: "Son las joyas de Herminia; sus adornos de soltera." Y un gran deseo de verlos se apoderó de él.

Si quieres hacer grandes cuadros á la manera de los grandes maestros italianos del Renacimiento, el primero te será útil; si prefieres dedicarte al arte minucioso de los Flamencos, el segundo te dará consejos; pero, cualquiera que sea tu elección, conviene que te apliques á ella con todas tus fuerzas. Mauricio adquirió ese compromiso y le cumplió.

Bobart, cogido por el brazo, abrió él mismo la puerta y como quisiera alumbrar el camino, con su linterna, dijo Mauricio: ¡Demasiadas atenciones! La luna basta ... y sobra. Hay que ir á buscar á mi padrino á la estufa. Ante la idea de encontrarse enfrente de Roussel, Bobart se estremeció, pero echó á andar, sin embargo. No tenía deseo alguno de resistirse.

Sin pedir explicación alguna, una súbita sospecha hirió á la señorita Guichard como un rayo de luz; pero no tuvo tiempo de reflexionar. Mauricio, empujando á su mujer hacia los brazos de Roussel se arrojó en los de Clementina. ¡Ah! mi querida y respetada tía! ¡Cómo agradecer á usted su bondad!... ¡Porque á usted debemos la dicha de ver aquí á mi padrino en este día!

¡Pero si eso sería tan natural, querida señorita!... El señor Roussel de Pontournant.... ¡Oh! Ya se ha pronunciado ese nombre execrable, exclamó con amarga sonrisa la señorita Guichard; si, el señor Roussel, el tutor de Mauricio. Y primo hermano de usted, insinuó la señora Tournemine. Y mi más mortal enemigo, , señora. He aquí el peligro para .... Pero lo he prevenido de antemano.

¡Ah! eres un buen muchacho, dijo Fortunato con efusión, y en este momento me pagas veinte años de ternura.... Entonces, no se hable más del asunto, contestó Mauricio con afectada calma y que se borre hasta el recuerdo de esta aventura.

"Antiguo rencor" había dicho Mauricio hablando de los disentimientos que dividían hacía veinte años al señor Roussel y á la señorita Guichard. Hubiera podido añadir "rencor de amor", porque si la tía de Herminia odiaba tan ardientemente al tutor de Mauricio, era por haberle amado demasiado.

Pues bien, señorita, acentuó Mauricio, usted ha sido tan buena, para .... Y no lo siento, dijo Clementina, admitiendo el elogio, aunque usted sea singularmente emprendedor y merezca severas reprensiones ... ¿Es el señor Roussel quien le ha enseñado á hablar con las jóvenes sin el consentimiento de sus padres?...

Se celebró la boda fríamente y sin viaje de novios, y comenzaron las catástrofes. La marquesa, como si sólo aguardara a tener por yerno, a don Mauricio Ibáñez, se murió a los pocos días de ser su suegra. Entonces cayó el banquero sobre el caudal hereditario con ansias de buitre en ayunas, y vio y palpó que sólo quedaban ruinas de lo que él había soñado filón inagotable de onzas acuñadas.