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Lo que le hacía perder la calma era la insolencia con que la suegra y la cuñada le increpaban apenas osaba resistirse, apoyadas por el silencio hostil de su mujer. ¿Pero quién eres ? le dijeron un día. Un pobretón que, aunque ganas algo, casi estás mantenido por nosotras. Cuando matabas el hambre en casa del gabarrero nosotras éramos más ricas que hoy.

Una hora después, Tòni volvía á entrar en la gran cámara, llevando en una mano la carta abierta. No había podido resistirse á la tentación de violar su secreto, temiendo que la generosidad de Ferragut resultase excesiva, inadmisible. Protestó, tendiendo hacia Ulises el cheque extraído del sobre. ¡No puedo aceptar!... ¡Es una locura!...

Era el junker, el oficial del monóculo. Volvía á caer en sus manos... Le señaló con el extremo de su revólver dos cubos que estaban á corta distancia. Debía llenarlos en la laguna y dar de beber á sus hombres, sofocados por el sol. El tono imperioso no admitía réplica, pero don Marcelo intentó resistirse. ¿El sirviendo de criado á los alemanes?... Su extrañeza fué corta.

Pero mejor será que te marches. La guerra va á ser dura, muy dura, y si París intenta resistirse como la otra vez, presenciaremos cosas terribles. Los medios ofensivos han cambiado mucho. Desnoyers hizo un gesto de indiferencia. Lo mismo que tu padre continuó el profesor . Anoche, él y tu familia me contestaron de igual modo.

, por el contrario, te agrandarás en proporción de tus matanzas, y cuando las gentes te admiren cubierto de sangre humana, gritarán á coro: «¡Este es un verdadero héroe!» »Si alguna vez deseas un territorio, lo primero que harás será apoderarte de él por la fuerza, exterminando á todos los que intenten resistirse en nombre de sus antiguos derechos.

El soldado no podía resistirse en tanto a la admiración que le movía aquella estancia y aquella riqueza; allá en su imaginación todo lo confería con las mejores y más ricas cosas del mundo que había contemplado, y para decía: "Estos moros denles agua, y os sacarán verdura de una peña; denles verdura, y os darán un jardín, y con jardines y su idea allí os levantarán una alhambra donde mismo se os antoje el pedirla.

Porque la vanidad, el demonio de las mujeres «de mundo», la poseía de pies a cabeza; y por eso, solamente era devota y benéfica en cuanto sus actos pudieran lucir en honra y gloria de sus humos de aristócrata acaudalada, y se dejaba arrastrar sin resistirse hacia las fauces del monstruo que la fascinaba, como el borracho contumaz hacia el lento suplicio de la taberna.

Entonces los Capitanes conjurados se fueron levantando de sus asientos, y llegándosele mas, multiplicando las quexas, y acordándose de los agravios que á todos hacia, diciendo, y haciendo, le asieron á el, y á su hermano, sin que pudiesen resistirse, porque los conjurados eran muchos, y resueltos.

Lo llevaba con frecuencia a sus mejillas, besándole el corvo pico. El afán de novedad le hacía reclamar luego un mono que ostentaba su hermano en un hombro, bestiecilla inquieta con ojos de demente y una cola doble de larga que su cuerpo. El muchacho intentaba resistirse: entre el mono y él se había establecido desde el primer momento una dulce simpatía.

La hermosa que le tenía sorbido el seso era una dama principal de Andalucía, la condesita del Padul, joven de diez y nueve años, heredera de una inmensa fortuna. La amaba y se creía correspondido; no porque ella hubiera soltado aún el apetecido, sino porque había dado de ello tales muestras tácitas que Villa no podía resistirse más tiempo a creerlo.