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Los agarró del brazo para que no saltasen a tierra mientras el chófer evolucionaba penosamente en el estrecho camino dando la vuelta. El hermano quiso reunirse con sus amigos, como si en esta soledad pudiesen hacerle algún obsequio.

Desde este punto estratégico situado en el centro del concejo, D. Lesmes hacía constantes correrías por todo él, dejando á los hombres, pero no perdonando hembra alguna, ni por fea ni por vieja. Nadie conoció jamás un caballo de tan buena boca. Si se pudiesen poner en ristra las víctimas de sus hechizos, impondrían terror por la calidad tanto como por la cantidad.

Apoderose de Miguel un pensamiento de tal manera tentador, aunque él no hubiese podido juzgar más que de aquella mano, que le trasportó a sus ensueños amorosos, y a aquella su ansia de encontrar, una mujer en la cual pudiesen hallar buen empleo sus aficiones de cuerpo y alma; en resumen, aquel ángel humano que su alma había fingido y compuesto, y que hasta entonces había buscado en vano.

Briz Martinez trae un documento que se dice otorgado á 26 de setiembre del año 1399, cuyo contenido se reduce á que el rey D. Martin deseaba adquirir y tener en su capilla un caliz de piedra, en que N. S. Jesucristo consagró la noche de la cena, y que S. Lorenzo adquirió del santo pontífice Sixto, de quien era diácono y discípulo, y habia venido á parar á S. Juan de la Peña: que para hacer esta peticion deputó al reverendo Antonio arzobispo de Atenas, y que reunidos los monges en capítulo deliberaron entregarlo, de lo cual el dicho arzobispo, y Bernardo prior, hicieron relacion al rey D. Martin que estaba en su capilla menor de la ALJAFERIA, y allí le entregó ó presentó el prior este cáliz, y después de haberlo recibido en sus manos, el rey en agradecimiento dió al prior otro de oro de cinco marcos de peso de Zaragoza, cuyos esmaltes y figuras se particularizan en el mismo instrumento, con obligacion de que los monges no lo pudiesen vender ni empeñar.

Si en Madrid se supiesen ciertos pormenores, si en rápida visión pudiesen ofrecerse a los ojos de la sociedad elegante algunas escenas por las que aquella altiva y encopetada dama pasó, pocos envidiarían su existencia. ¡Qué torturas, qué refinamientos de crueldad! A los cuatro o cinco años ya estaba obligada a ser la vigilante guardadora de otros dos hermanitos.

Acerca de si me querrían entender, me tranquilizó afirmándome que en los más no estaría el daño en que no quisiesen, sino en que no pudiesen. Y en lo del riesgo de gustar poco a unos y disgustar mucho a otros: ¡Pardiez! me dijo que os embarazáis en casos de poca monta.

Juan, que acariciaba los mármoles, que seguía por las calles a los niños descalzos hasta que sabía donde vivían, que levantaba del suelo las flores pisadas, si no lo veían, y les peinaba los pétalos, y las ponía donde no pudiesen pisarlas más. De la misma manera, y con aquel deleite honrado que produce en un espíritu fino la contemplación de la hermosura, había Juan mirado a Sol largamente.

Los hombres que habían acudido para conducir aquellos despojos a la tumba, le trasladaron a Salzburgo. Las profundas impresiones que había recibido no eran de naturaleza que pudiesen borrarse prontamente. Pasó un mes antes de que su espíritu se hubiese repuesto de aquellas emociones violentas.

Como disponía en absoluto de la fortuna de la familia, ayudaba generosamente á Karl sin que el viejo se enterase. El fué quien tomó la iniciativa para que pudiesen realizar la mayor de sus ilusiones.

Un enardecimiento belicoso se había apoderado del antiguo «peoncito». ¡Ay, si las mujeres pudiesen ir á la guerra!... Se veía de jinete en un regimiento de dragones, cargando al enemigo con otras amazonas tan arrogantes y hermosotas como ella.