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¡Con qué ahinco estudiaba mis obligaciones, y cómo me contraía a mis deberes, circunscribiéndolos al límite más estrecho que era posible, tratando de aislarlos del mundo aquel, que me rodeaba y que temía!

Genara se había establecido en su antigua casa, notoria tres años antes por la tertulia a que concurrían literatos tiernos y políticos maduros; pero ya en el invierno de 1833 no se abrían las puertas de aquella feliz morada para el primer poeta que viniese de su provincia cargado de tragedias, ni para los tenores italianos, ni para los abogados oradores que empezaban a nacer en las aulas con una lozanía hasta cierto punto calamitosa. El círculo era mucho más estrecho y las amistades más escogidas, con lo que ganaba en consideración la casa. Y aquí viene bien decir que la interesante señora había perdido por completo su afición a la poesía lírica (que no hay cosa durable en el mundo), y tanto caso hacía ya del prisionero de Cuéllar como de las nubes de antaño.

Sentíase sin energía para arrostrar el tormento de tanto y tanto canto de aficionado en el estrecho salón, entre un público abaniqueante y sudoroso. Prefería dar un paseo por la parte alta del buque, contemplando el espectáculo de la noche. Así lo hizo.

Confieso que no tenia idea de la suprema hermosura semi-salvaje que se desarrolla sobre el estrecho horizonte de la cuenca del lago. Verdad es que en Suiza se anda de sorpresa en sorpresa.

Y en la frente, la severidad y la majestad de la virtud, la conciencia de misma. Me saludó con encogimiento, y me estrechó la mano con efusión. Le conozco a usted, me dijo con la voz trémula; le conozco a usted mucho, aunque nunca le he visto hasta ahora. Yo también le conozco a usted, le contesté, encantado por lo simpático de su mirada, de su espontaneidad, de su palabra.

Sin embargo, accediendo al importuno empeño de Moreno, le siguió por una escalera excusada, hasta un estrecho corredor, y de allí a un pequeño cuarto con ventana interior, sencillamente amueblado con una cama, una mesa, algunas sillas, látigos y un escaparate para escopetas. Ahí tienes mi casa dijo Moreno, suspirando, echándose sobre la cama y haciendo seña a su compañero de que tomase asiento.

Trabajo costó abrir estrecho paso á los príncipes y su séquito entre aquella masa compacta, que los saludó con aclamaciones atronadoras. Tras ellos fueron llegando numerosos nobles y damas ricamente ataviadas y pronto quedaron llenas las tribunas, relucientes de oro y pedrería.

Pero bien pronto conoció que iban á faltarle las fuerzas; sintió en el costado un dolor atroz, nublóse su vista y haciendo un esfuerzo supremo se inclinó sobre el cuello del caballo, lo estrechó fuertemente entre sus brazos y cerró los ojos, casi insensible ya á cuanto le rodeaba. Nunca supo Roger lo que duró aquella carrera desenfrenada.

Don Pompeyo, que daba diente con diente, de frío con fiebre, se detuvo en lo más alto de la calle de la Rúa para contemplar aquella muchedumbre apiñada a los pies de la torre, en tan estrecho recinto, cuando podía extenderse a sus anchas por toda la plazuela. «Ya sabía lo que era.

Vuesa merced agregó no tendrá con esto más trabajo que reunir sus pergaminos para la probanza de limpieza, e será como probar la lumbre del sol. Expresó Ramiro su reconocimiento y, con los ojos como deslumbrados, estrechó en las suyas aquella mano generosa. Apenas el cortesano se hubo alejado por la galería, doña Guiomar arrojose a los pies de Ramiro, abrazándose a sus rodillas.