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La pregunté por señas si salía de paseo, y me contestó que : y en efecto, un día aguardé en la calle hasta las cuatro y la vi salir en compañía de una señora, que debía de ser su mamá, y de dos hermanitos.

Los padrinos de Lita habían sido sus abuelos, los padres de su mamá, y los dos murieron antes de que Lita cumpliera un año. Así es que la niña, como no llegó a conocerlos, no podía acordarse de ellos. La mamá no quería decirle que habían muerto, porque Lita era muy impresionable. Podía pensar: «Los padrinos de mis hermanitos viven, y ellos viven y se mueven.

Su inocencia era un velo espeso, que nos impedía ver el riesgo que corríamos. En poco tiempo me contó una infinidad de cosas. Era de Jerez; no hacía más que un año que estaban en Madrid establecidos; su papá ocupaba un alto empleo; tenía dos hermanitos y una hermanita.

Bajo los tilos que hacen sombra a la puerta de mi casa dijo al terminar su narración , abracé por última vez a mi buen padre, a mi querida madre, a mi hermana Lotte y a mis hermanitos. Profundamente conmovido y bañado en lágrimas, entré en la vida, que otros encuentran cubierta de flores. Pero, ánimo; el hombre ha nacido para trabajar: el cielo coronará mis esfuerzos.

Si en Madrid se supiesen ciertos pormenores, si en rápida visión pudiesen ofrecerse a los ojos de la sociedad elegante algunas escenas por las que aquella altiva y encopetada dama pasó, pocos envidiarían su existencia. ¡Qué torturas, qué refinamientos de crueldad! A los cuatro o cinco años ya estaba obligada a ser la vigilante guardadora de otros dos hermanitos.

Dos hermanitos, hijos de una distinguida familia de Buenos Aires, se abrazan para morir, y el cadáver del uno resguarda de las balas al otro. «Yo estoy libre grita ; me he salvado por la ley.» ¡Pobre iluso! ¡Cuánto hubiera dado por la vida! ¡Al confesarse había sacado una sortija de la boca donde, para que no se la quitaran, habíala escondido, encargando al sacerdote devolverla a su linda prometida, que al recibirla dió, en cambio, la razón, que no ha recobrado hasta hoy la pobre loca!

Y cambiando repentinamente de tema y de tono, agregó: Tenía que decirte otra cosa, Ramón... y es que puedes tutearme como mis hermanitos y mis primos. Luego de pensarlo formalmente, Ramón contestó: Eso nunca, niña Lita. Mi mama diría que es una insolencia, y se enojará. Lita se encogió de hombros: Tutéame cuando tu mamá no te oiga.

Siempre lo mismo. ¡Pero qué rebuenísima sombra tienes, hijo!... Ven a verme alguna vez: ya sabes que te quiero... siempre con buen fin; como hermanitos. ¡Y eso que el bruto de mi marido te tenía celos!... ¿Vendrás? Lo pensaré. No quiero tener una cuestión con el tratante en cerdos. La joven prorrumpió en una carcajada. Es todo un caballero, ¿sabes, Fermín?

No niegues, muchacho; la cara te hace traición.... Óyeme bien: si eres tan imbécil que te dejas explotar por tu madre, no cuentes con el cariño de tu tío. Lo que te dejó tu padre para ti es, y no para que se lo coman tus hermanitos los cachorros de Pajares. Vamos a ver; di la verdad: ¿No te ha metido Manuela en sus trampas? ¿No te ha hecho firmar algún pagaré? La verdad, y nada más que la verdad.

Lo que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: «¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigoTres héroes