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No me atreví a responder, y él siguió diciendo: Habla, pardiez, y di lo que piensas... No me gustan las reservas mentales. Querido papá... los deberes para con el prójimo... son la mitad de la ley. , , necesitarías oraciones, genuflexiones, que fuese a la iglesia, que me hiciese bautizar...

Dígale al señor de Villanera que soy su servidor. A mi hija podré enterrarla tal vez, pero no venderla. Señor duque, realmente lo que propongo a usted es un negocio, pero si yo lo creyese indigno de un caballero, no hubiera intervenido en él, puede creerme. ¡Pardiez! doctor, cada uno entiende el honor a su manera.

Ya sabéis ¡pardiez! que tenemos diez millones a bordo. ¡De modo que, elegiréis entre ser colgados en las vergas del inglés, o entre volver a Saint-Pol con los bolsillos llenos, a beber grog y a hacer bailar a las muchachas!

-Pardiez -dijo Sancho-, que me ha cuadrado, y aun esquinado, tal género de vida; y más, que no la ha de haber aún bien visto el bachiller Sansón Carrasco y maese Nicolás el barbero, cuando la han de querer seguir, y hacerse pastores con nosotros; y aun quiera Dios no le venga en voluntad al cura de entrar también en el aprisco, según es de alegre y amigo de holgarse.

El pobre capitán apartó la vista y se puso la mano sobre los ojos. ¡Toma! dijo Kernok dándole con el pie al cadáver ; ésta es la obra de Melia. ¡Pardiez! ¡hermosa labor! ¡Ah!... pero el dinero... el dinero, compadre, eso es lo importante. ¡Es posible! exclamó . ¡Cuatro, cinco... quizá diez millones!

¡Sentémonos!... ¡Bebamos! exclamó el doctor Lorquin ; ésta es la corona de la fiesta. ¡Ah, querido Gaspar, cuán contento estoy de verte sano y salvo! decía Hullin . ¡Eh!, ¡eh!, sin que esto sea adularte; más me agrada verte así que cuando tenías la cara redonda y colorada. ¡Ahora estás hecho un hombre, pardiez!

Quiero ir yo... yo misma á abrirle su prisión; quiero ser para él la libertad, la vida; quiero ser su recuerdo continuo... quiero que no pueda olvidarme nunca... y tanto haré, que no me olvidará... ¡Oh, no! y con eso sólo seré feliz. ¡Pardiez, y lo que amáis á ese mozo! dijo contrariado el duque.

¿Conque es imposible imprimir un periódico? Poco menos, señor; y si acaso se lo imprimen a usted, será caro y mal. Pondrán unas letras por otras. Eso ¡pardiez! no será imprimir mi periódico, sino otro del cajista. Pues eso, señor, sucederá; en habiendo un día de formación no tendrá usted cajistas; y si usted se enfada algún día por una errata, lo dejarán plantado, y si no se enfada también.

Las dos mujeres se abrazaron como si se vieran después de haber escapado las dos de un gran peligro. Roussel las miraba con aire inquieto y murmuró al oído de Mauricio: ¡Esto es lo que yo temía! Y es mayor el peligro porque esta mujer parece sincera. Si es sincera, todo puede arreglarse ... ¡pardiez! por ocho días!... Pero, ¿después?...

El diablo te lleve, Haroldo, dijo un alto y fornido escudero, asiendo por el cuello y sacudiendo al que acababa de hablar. ¿Sabes que si el príncipe hubiera oído la preguntilla esa te podría costar la cabeza? Y como está vacía poco perdería con ella el buen Haroldo. No tan vacía como tu escarcela, Rodolfo. Pero ¿qué demonios piensa el mayordomo? Todavía no han empezado á poner la mesa. ¡Pardiez!