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Actualizado: 4 de junio de 2025


Viendo esto el cura, deseoso de saber qué gente era aquella que con tal traje y tal silencio estaba, se fue donde estaban los mozos, y a uno dellos le preguntó lo que ya deseaba; el cual le respondió: -Pardiez, señor, yo no sabré deciros qué gente sea ésta; sólo que muestra ser muy principal, especialmente aquel que llegó a tomar en sus brazos a aquella señora que habéis visto; y esto dígolo porque todos los demás le tienen respeto, y no se hace otra cosa más de la que él ordena y manda.

Luisa, con el brazo apoyado en la descolorida charretera de Gaspar y la mejilla junto a su oreja, sollozaba; Hullin golpeaba en un extremo de la mesa para vaciar de cenizas la pipa, y fruncía las cejas, sin decir nada; pero cuando llegaron las botellas, y una vez que fueron abiertas, exclamó: Vamos, Luisa, valor. Todo esto no puede durar mucho tiempo, ¡pardiez!

, pardiez: por ese bravo bastardo de Osuna que se nos presentó hace tres días, sobre un cuartago viejo, á Olivares y á .

Pardiez exclamó, puesto que la novela en cuestión se terminó ocho días antes de las negociaciones, ¿qué más quieren ustedes?... Nada de novelas repliqué. ¡Nada de novelas! repitió el señor Boulmet en el colmo de la estupefacción. ¿Dónde encontrará usted un hombre de treinta años que no haya tenido su novela?... ¿Su novela?... Sus novelas, su colección de novelas...

Y sin poder contenerse se levantó diciendo: Vida mía, soy contigo. Y salió por la puerta de escape. A ver gritó en el pasillo ; Petra, Servanda, Anselmo, cualquiera... ¿se llevó la perdiz don Tomás? Anselmo registró las aves muertas, depositadas en la cocina, y contestó desde lejos: ¡, señor; aquí no hay perdices! ¡Ira de Dios! ¡Pardiez! ¡Malhaya! ¡Siempre el mismo!

; seguramente vienen de poner parapetos detrás del pinar para defender los cañones añadió Frantz. Escucharon otra vez; los pasos se acercaban. mismo no sabes qué hacer con esos tres prisioneros decía Hullin con brusquedad ; pero puesto que vas a volver esta noche al Falkenstein para traer municiones, ¿por qué no te los llevas? ¿Y dónde los meto? ¡Pardiez!

Todos los recién nacidos se parecen entre mucho más que a sus autores; pero eres tan romántica... ¿Yo? ¡Pardiez! Eres injusto, amigo mío; yo no podía esperar indefinidamente un regreso siempre diferido cuando el médico juzgaba a nuestro hijo enfermo y mandaba el aire del mar. Hay otras playas que no son Jersey, me parece. ¿Por qué no has ido a Brighton?

Yo he sido quien le ha enseñado a llevar las armas; ¡un magnífico soldado, pardiez! ¡Duro para la fatiga!... ¡Si tuviéramos cien mil de esa clase!... Entonces, ¿vive?, ¿está bien?

Ea, ¡pardiez! si usted se entierra aquí en la flor de la edad madura, ¿quién nos dará lecciones de elegancia? ¿quién nos enseñará a vivir bien, a comerse correctamente una fortuna? ¿quién nos enseñará el arte de gustar a las mujeres, que se va perdiendo entre nosotros? El duque respondió con un gruñido como el borracho a quien se despierta bruscamente.

Tragomer sólo respondió con una sonrisa pero Marenval se irguió y dijo con extraordinaria energía: Y aunque así fuera, ¿qué? ¿Cree usted que estando convencidos de que ese muchacho es inocente, le vamos á dejar podrirse en el presidio? ¡Le robaremos, pardiez! Eso será divertido. Ya que hacemos el viaje, nos proporcionaremos esa pequeña distracción.

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