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Aquella cabeza hablaba de intrigas é imposturas sacerdotales y aunque se referían á otra época y otras creencias, molestaban con todo á los frailes allí presentes, acaso porque vieran en el fondo alguna analogía con la actual situacion. El P. Salví, presa de temblor convulsivo, agitaba los labios y seguía con ojos desencajados la mirada de la cabeza como si le fascinase.

Sin cesar iba y venía por el terrado de su casa, sin acercarse demasiado a la barandilla, para que los transeúntes no le vieran con la cabeza envuelta en un pañuelo, como una mujer. Con frecuencia, sus hijos acudían junto a él y referían, interrumpiéndose, algo relativo a Jesús Nazareno.

Y encarándose con el moribundo, agregó: Ha llegado el momento, oh Cervantes, de que nos rindáis cuenta de las burlas e injurias que tan despiadadamente nos habéis inferido, y que he de vengar, ¡vive Dios! por el valor de mi esforzado brazo, en un hecho como no vieran los pasados siglos ni verán los venideros...

Tenéis razón... no lo que pienso ni lo que digo. Venid; frente á esta puerta hay el hueco de unas escaleras; ocultos bajo ellas podremos esperar sin que nadie, aunque traiga luz, nos vea. Guzmán y la comedianta se pusieron en acecho bajo las mismas escaleras donde la noche antes había ocultado Quevedo á la condesa de Lemos, para que no la vieran los tudescos.

Me lisonjeaba la idea de que iban a cesar en aquella casa dificultades y miserias. Tal vez, en lo futuro, gozaríamos de vida más tranquila; y, a decir verdad, me halagaba ser el jefe de la casa. Con más dinero la enferma sería mejor atendida, la veríamos aliviada, y acaso recobraría la salud. A nadie comuniqué mis proyectos. Procuré, no sin esfuerzo, que me vieran alegre y contento.

El buen don Roque era toda una hormiguita aprovechada, y así no fué extraño que con gran asombro de muchos le vieran en poco tiempo dueño de fincas, con criados, caballos y lleno de grandes comodidades.

Se formaron en seguida dos parejas, una de don Fernando y doña Brianda y la otra de doña Inés y Pablo, y pusiéronse a bailar pausada y alegremente. Sin saber por qué, Pablo pensó de pronto en la sorpresa que sufriría su hermana si pudiese verlo en tan curiosa compañía, ¡y en las caras que pondrían, si lo vieran, su confesor, y sus primos, y sus acreedores, y sus arrendatarios!

Si esos mismos dijo el barbero te vieran ahora con esa cara de vinagre; y te oyeran esa voz de pollo ronco, estoy para que pagarían doble por no verte ni oírte.

Y generalizando el caso, ¡cómo se reirían las mujeres de los hombres si les vieran pensar! <tb> A todo esto sin llover; es decir, don Juan, imposibilitado de hablar con Julia, la niñera, que ni se acordaría tal vez de la cita.

Le diría á la joven y á la pura, que contemplasen la letra escarlata que brillaba en su seno, que se fijasen en esa mujer, la hija de padres honrados, la madre de una criaturita que más adelante sería también una mujer, que recordasen que en un tiempo había sido inocente y que vieran ahora en ella la imagen, la encarnación, la realidad del pecado; y sobre su tumba, la infamia que la había acompañado en vida, sería también su único monumento.