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Iba el jinete colorado, no como un pimiento, sino como una fresa, encendimiento propio de personas linfáticas. Por ser joven y de miembros delicados, y por no tener pelo de barba, pareciera un niño, a no desmentir la presunción sus trazas sacerdotales.

Desaparecían igualmente las altas botas oliendo a sebo, las camisas rojas ceñidas al talle por una cuerda, los gorros de piel, las sacerdotales hopalandas. Todos se mostraban unificados por el sombrero hongo y el terno de lanilla comprado previsoramente en un almacén de Europa. Mujeres y chiquillos eran empujados casi a viva fuerza al baño obligatorio con rudos fregoteos de jabón.

72 Y lo que dio el resto del pueblo fue veinte mil dracmas de oro, y dos mil libras de plata, y sesenta y siete vestiduras sacerdotales. Y venido el mes séptimo, los hijos de Israel estaban en sus ciudades.

Conquistada Sevilla, por San Fernando, sabido es que en ella quedó una numerosa población musulmana, y si repasamos el famosísimo códice de los «Loores et Cantare de Santa María» sus numerosas viñetas nos manifestarán cuál era el gusto que dominaba en los trajes y en todos los productos textiles, aun aquellos que se aplicaban al culto, como las frontaleras de los altares y los ornamentos sacerdotales.

Despues de arrojado al rio el cadáver de S. Eulogio, estaba por la noche de centinela en la torre de la Vela un soldado de Ecija, el cual, acosado de la sed, se pasó á beber al caz que por encima del muro llevaba el agua á los baños del Califa; y estando allí vió en el rio una gran claridad, y observó que encima del cuerpo del santo mártir, que sobrenadaba, se hallaban como suspensos en el aire unos ángeles con blancas vestiduras sacerdotales, salmodiando dulcemente. ¡Qué asunto para un artista de !

Aquella cabeza hablaba de intrigas é imposturas sacerdotales y aunque se referían á otra época y otras creencias, molestaban con todo á los frailes allí presentes, acaso porque vieran en el fondo alguna analogía con la actual situacion. El P. Salví, presa de temblor convulsivo, agitaba los labios y seguía con ojos desencajados la mirada de la cabeza como si le fascinase.

A duras penas, con un mal cuchillo, hizo astillas la peana en que se sostenía la santa imagen puesta a la cabecera de la cama, colocó en el hogar los pedacitos de madera carcomida, y en torno suyo fue agrupando, apoyándolos sobre las tapas mugrientas y sobadas, los libros de rezo, las obras sagradas, los accesorios de sus trajes sacerdotales, los alzacuellos, los rosarios, todo lo que podía recordarle aquel pasado que hubiera querido aniquilar de un solo golpe.

Mira de Mescua , natural de Guadix, en el reino de Granada, era arcediano de dicha ciudad á principios del siglo XVII; fué protegido por el conde de Lemos, virrey de Napóles, á quien acompañó á Italia en 1610 , y vivió más tarde consagrado á sus deberes sacerdotales en la corte de Felipe III y IV. Como en la loa de Rojas, impresa en 1603 y escrita muchos años antes, se le llama poeta dramático famoso, hubo necesariamente de comenzar su carrera dramática durante el siglo XVI. Grande hubo de ser su fecundidad, puesto que las obras impresas, que pasan por suyas, y que serán sin duda parte mínima de todas ellas, ascienden á más de 50 .

Había en él cierta desenvoltura profana que delataba al artista sepultado en los hábitos sacerdotales, ansioso por volar fuera de ellos, abandonándolos a sus pies como una mortaja. Llegaron a la habitación, como truenos lejanos, algunas campanadas graves que conmovieron el claustro. Tío, que llaman a coro dijo el Tato . Ya debíamos estar en la-catedral. Son casi las ocho.

69 camellos, cuatrocientos treinta y cinco; asnos, seis mil setecientos veinte. 70 Y algunos de los príncipes de las familias dieron para la obra. El Tirsata dio para el tesoro mil dracmas de oro, cincuenta tazones, y quinientas treinta vestiduras sacerdotales. 71 Y de los príncipes de las familias dieron para el tesoro de la obra, veinte mil dracmas de oro, y dos mil doscientas libras de plata.