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La llegada de Jacobo produjo mala impresión en todo el concurso: ligábanle con la mayor parte de los presentes lazos de amistad y parentesco, así por parte de su familia como por la de su mujer, que llevaba un título ilustre entre la Grandeza.

Si le había prometido quedarse viuda, ha cumplido su palabra antes que usted. Ha sido la primera en llegar a la cita que le ha dado usted, y yo temo... ¿Qué teme usted? Ser un obstáculo, puesto que mi vida le separa de la dicha y que mi salud le hace perder toda esperanza. Su vida y su salud, Germana, son presentes de Dios.

26 Porque tal Sumo Sacerdote nos convenía tener: Santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos. 4 Así que si estuviese sobre la tierra, ni aun sería sacerdote, estando aún los otros sacerdotes que ofrecen los presentes según la Ley. 7 Porque si aquel primero fuera sin falta, ciertamente no se hubiera procurado lugar del segundo.

En el otro cajón, debajo de sus narices, en actitud humilde y ridícula, vio a don Saturnino en cuclillas, inmóvil, olvidado por todos los presentes. Mesía no pudo menos de sonreír, a pesar de que le estaban llevando los demonios.

El santo varón, por toda respuesta la bendijo. Después de esto comenzó la santa ceremonia. Solamente aquel que se haya arrodillado en momentos semejantes al pie del lecho de muerte de una persona querida es capaz de saber el efecto que causan en nuestra alma las palabras que en tal caso pronuncia el sacerdote y repiten los presentes.

Los niños han venido de sus escuelas, y las personas crecidas han dejado sus tiendas, sus talleres y los campos con el objeto de divertirse; porque hoy empieza á regirlos un nuevo Gobernador. Como Ester decía, era mucho el contento y alegría que brillaban en el rostro de todos los presentes.

1 En aquel tiempo Merodac-baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y presentes a Ezequías; porque había oído que había estado enfermo, y que había convalecido.

»¡Qué presentes tengo hasta las pequeñeces de aquella noche! »Pepe Guzmán me salió al encuentro con la misma serenidad y aparente indiferencia que si no hubiera entre nosotros lance alguno pendiente. ¡Y a me temblaba la mano al sentir el contacto de la suya! Hubiera jurado en aquel instante que me daba miedo su compañía.

Bien hubiera querido D. Juan Nepomuceno, antes curador de Emma y actual mayordomo, sacudir todas las moscas que en forma de parientes zumbaban alrededor del mermado panal de la herencia; mas no era esto hacedero, porque el entrañable cariño que a los Valcárcel pretéritos y presentes y futuros había cobrado la sobrina, exigía que la hospitalidad más generosa acogiera a todos los suyos.

D. Juan se ve obligado á ocultarse, y D. Enrique entra en la casa en compañía de sus hermanos. El ingenio y la gracia de la joven dama encanta á sus visitadores, quienes le hacen ricos presentes.