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A él no se le podía escribir cartas de amor, que de fijo caerían en poder de Nepomuceno y de Emma, porque de seguro no se le respetaría la correspondencia, como no se le respetaban los demás derechos individuales.
Las cuentas ya habían venido y algunas se habían pagado. D. Juan Nepomuceno seguía con Emma la misma conducta que con Bonis desde que cada cual por su lado se habían entregado a la prodigalidad, como él se decía. La de Emma sí era prodigalidad verdadera, aunque no lo parecía.
Miente como un bellaco; el tío Nepomuceno ha pagado porque este traidor no se fiaba de mí; me conoció en la cara que yo no podía sacar de ninguna parte seis mil reales y se fue al otro... y cantó... Verdad es que yo no le había encargado el secreto.
«¡Se muere uno solo, completamente solo, los demás se quedan muy satisfechos en el mundo; ni por cumplido se ofrecen a morirse también!». Bonifacio, Sebastián, que tanto la había querido, según él decía, el tío Nepomuceno, todos se quedaban por acá, nadie hacía nada para ayudarla a no morir, nadie decía: «Pues ea, yo te acompaño». Emma era una atea perfecta.
D. José María Morell y Perez, vecino y de este comercio; el Sr. D. Juan Bautista de Elorríaga, de este comercio y vecindario; el Sr. D. José Pastor Lezica, vecino y del comercio; el Sr. Dr. D. Juan Nepomuceno Sola, Cura rector de la parroquia de Monserrat; el Sr. D. Juan Bautista Castro, vecino y de este comercio; el Sr. D. José Francisco Vidal, Capitan de milicias de infanteria; el Sr.
En cuanto a Marta Körner, estaba demasiado ocupada para pensar en el tiempo. ¡Íbale tanto en perseguir las fieras, es decir, en la caza mayor a que se había entregado en cuerpo y alma, que ya ni veía ni oía lo que estaba delante; para ella no había en el mundo más que su D. Juan Nepomuceno, con sus grandes patillas!
Y pensó, sin querer, en medio de sus angustias, que no podemos figurarnos ni describir los que no pasamos por ellas: «Esto es lo que en las tragedias se llama la catástrofe». Y más pensó, a pesar de lo apurado de la situación: «En las óperas podemos decir que también hay catástrofes»; y se acordó de la Norma, que era su mujer; y de Adalgisa, que era la tiple; y de Polión, que era él; y del sacerdote, que era Nepomuceno, encargado sin duda de degollarle a él, a Polión.
No sabía Körner que Nepomuceno ignoraba que hubiéramos tenido en otros siglos un teatro tan admirable; y así, por este lado, poco habría sacado de él.
Aseguraba que para Alemania era buena la costumbre de dejar a los novios andar juntos y solos por cualquier parte, pero que en países meridionales toda precaución era poca. Por lo visto, temía los ardores del buen Nepomuceno. Pero ¿y Reyes?, preguntaban los amigos de la casa al separarse. ¿Dónde se habrá metido? En el cuarto de Emma no quedaba.
En lo del teatro se admitieron acciones de algunos aficionados de la ciudad; pero estas eran insignificantes comparadas con las de Emma; de modo que ella venía a ser el verdadero capitalista, representada, es claro, por Nepomuceno en todo lo que se refería a la parte económica del negocio, y por Bonis en lo tocante a entenderse con músicos y cantantes.
Palabra del Dia