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El método riguroso, la conducta ordenada, habían conseguido darle una robustez relativa; de suerte que, al trasladarse a la fonda, se hallaba bastante fuerte para disfrutar de la vida. Por otra parte, su curador le pasaba una muy bastante cantidad para sostenerse con desahogo.

Andrés, que sólo contaba veinte años a la sazón, tuvo por curador de sus bienes a un hermano de la difunta; pero no quiso vivir con él, y se trasladó con algunos de sus bártulos a la fonda. Aquí da comienzo para el joven Heredia una era muy diversa del resto de su vida anterior.

Bien hubiera querido D. Juan Nepomuceno, antes curador de Emma y actual mayordomo, sacudir todas las moscas que en forma de parientes zumbaban alrededor del mermado panal de la herencia; mas no era esto hacedero, porque el entrañable cariño que a los Valcárcel pretéritos y presentes y futuros había cobrado la sobrina, exigía que la hospitalidad más generosa acogiera a todos los suyos.

Hasta tal punto su desatinada pasión le había desequilibrado y aturdido. No sólo hizo esto sino otra cosa peor, si cabe. Su curador, al enterarse de sus gastos excesivos y de la vida que llevaba, s presentó un día en su casa, encerróse con él en el despacho y le interpeló bruscamente: Vamos a cuentas, Raimundo.

Yo hab... b... blaré dijo entonces uno de los consejeros supremos que era tartamudo, yo hablaré, que he s... s... s... ido pro... pr... pr... pro... curador. Mejor será que no hable nadie dijo entonces el notario al oído del presidente, si ha de hablar el señor... Di... di... dice bien el señor not... notario dijo entonces el consejero sentándose, p... p... por... porque no acabaríamos nunca...

Por lo que me han dicho y por lo que veo, estás haciendo unos gastos que de ningún modo puedes sostener con tu renta. El caso es grave. Yo, como curador, necesito saber de dónde sale ese dinero, no sólo por ti, sino principalmente por tu hermana.... Experimentó una violenta emoción. Se puso pálido y balbució algunas palabras ininteligibles.

»Para que lo gocéis, si es que ya estáis en vuestro trono, o para que siga el pleito, si no lo estáis, os dejo un legado que no es cosa mayor. Os doy por curador a mi amigo el Sr. D. Manuel Pez, nuestro diputado, persona a quien conoces y seguramente tendrás por la misma caballerosidad.

Aurelia, que tal vez por indicación de su tío y curador, o por propias sospechas, creía saber de dónde procedía aquel dinero, andaba melancólica, recelosa. No podía menos de mirar a su hermano con ojos donde se reflejaba la pena, la lástima y la indignación también. Así continuaran las cosas hasta Carnaval.

Consternados todos, fiaban en la prodigiosa ciencia del más afamado curador de ojos que tenía España. Acordose no dilatar la consulta ni un solo día, ni una hora. ¡Ah, Golfín!... Bringas le conocía. Era hombre del cual se contaban maravillas. A muchos ciegos desahuciados había dado vista.

El curador que en el testamento le dejaba era su tío Bernardo, elección que le mortificó un poco, porque jamás había logrado simpatizar con él. El temperamento inquieto y el espíritu sarcástico del sobrino se compadecían muy mal con la gravedad y el sosiego y el perfecto equilibrio intelectual y moral del tío.