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Sentaría sobre dos tablones adelante y atrás prolongados lo suficiente para dar, como base, mayor estabilidad al conjunto y á fin de que, no estando dicha base en contacto continuo con la cubierta de la nave, dejaran espacio é hicieran posible y fácil dar las fuertes trincas de cabo ó cuerda que hacían de la lombarda y su cureña un solo cuerpo, y tesarlas ó reforzarlas á medida que el ejercicio requiera mantener la sujeción.

A la abierta actitud de los primeros días, habían sucedido timideces, cortedad, largas y profundas miradas, prolongados silencios, ensueños, mal humor constante; era visible que se buscaban, y que al mismo tiempo temían encontrarse; era visible que en sus más insignificantes palabras había algo de tierno y de vibrante; no ignoraba la de Aymaret que sus conversaciones personales, directas, eran muy raras, y que aun parecían querer evitarlas en lo posible, de lo que venía a deducir, con harta razón la vizcondesa, que procuraban ponerse en guardia contra la tentación de las efusiones, de los recuerdos, de las mutuas ternuras; no los creía culpables, y les hacía justicia, pero, un contacto tan íntimo y tan familiar entre ellos, ¿no podría ser prueba demasiado fuerte que al fin diera al traste con sus resoluciones por firmes y sinceras que fuesen? ¿No se encontraban de nuevo en presencia el uno del otro exactamente como en otros tiempos, al lado de la señora de Montauron? ¿No podrían despertar paulatinamente y con el mismo ardor que en pasada época esos íntimos sentimientos, haciendo aún más sensible la ya grande antipatía de Beatriz por su marido?

El todo se resume en cuatro palabras; mas, esas palabras, son á la vez un sistema médico y de educación: 1.º Débese beber el agua del mar, bañarse en él y comer cuanto produce que tenga concentrada su virtud: 2.º Los niños no deben ir muy abrigados, y tenerlos siempre en contacto con el aire. Aire, agua, y nada más. El último consejo es bien atrevido.

Creyó en Mitre y peleó por él... Pero la carne ya no se abandonaba en la Pampa como una cosa sin precio, y en vez de fabricar odas se dedicó a cercar con alambre leguas y leguas de tierra, haciéndolas suyas, y a poner la marca propia en los ganados sin dueño... Cierto. Y por esto mendigan el contacto de los que están más arriba con una tenacidad a prueba de humillación.

El contacto que Jacinta sintió en parte tan delicada de su epidermis, era el roce espeluznante del yeso, roce de superficie áspera y polvorosa. El estremecimiento que aquel contacto le produjo dejola por un rato atónita, después abrió los ojos, y se hizo cargo de que estaban allí sus hermanas; vio los cortinones pintados de la boca del teatro, la apretada concurrencia de los costados del paraíso.

Los Alcaparrones contemplaban el cadáver a distancia, sin besarlo, ni osar el más leve contacto con él, con el respeto supersticioso que la muerte inspira a su raza. Pero la vieja, de pronto se llevó las crispadas manos al rostro, arañándolo, hundiendo los dedos en su pelo aceitoso, de una negrura que desafiaba a los años.

Pensaba en los chuetas, que, según la opinión popular, no eran lo mismo que las otras personas; seres de miseria sórdida y contacto viscoso, que debían ocultar terribles deformidades. ¿Quién podía afirmarle que Catalina era igual a las otras mujeres?... Al momento pensaba en Pablo Valls, tan alegre y generoso, superior por sus cualidades a casi todos los amigos que él tenía en la isla.

El mundo colombiano, en todas sus regiones, tiene cuanta riqueza puede imaginarse: la naturaleza le ha dado la promesa del mas venturoso porvenir, en la opulencia de su territorio, y en la bravura heroica de sus hijos. Lo que ese hermoso mundo necesita es contacto con las demás sociedades, con todas las razas, con la civilización exterior en todo su desarrollo.

Ella le hablaba del amor a distancia, persistente a través de los viajes y los azares de una existencia errante, le prometía escribirle todos los días... ¡escribirle! tal vez al mismo tiempo que su cuerpo divino sentiría el contacto de otra mano que no fuese la suya... No; él no perdía aquello; estaba resuelto. No te irás, Leonora afirmaba con energía.

Siguiendo a buen paso su camino, continuaron por la calle de Bailén cambiando frases indiferentes, sin atinar con lo que mutuamente debían decirse, ambos cohibidos, como extraños a quienes la casualidad ha puesto en contacto. Lo familiar se les antojaba osado, y cada cual temía que el interés pareciese curiosidad.