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Hasta que tuve catorce años, me criáron en un palacio al qual no hubieran podido servir de caballeriza todas las quintas de barones tudescos, y era mas rico uno de mis trages que todas las magnificencias de la Vesfalia. Crecia en gracia, en talento y beldad, en medio de gustos, respetos y esperanzas, y ya inspiraba amor.

Por aquella época cató la familia los colchones de muelles; Torquemada empezó á usar chistera de cincuenta reales; disfrutaba dos capas, una muy buena, con embozos colorados; los hijos iban bien apañaditos; Rufina tenía un lavabo de los de mírame y no me toques, con jofaina y jarro de cristal azul, que no se usaba nunca por no estropearlo; Doña Silvia se engalanó con un abrigo de pieles que parecían de conejo, y dejaba bizca á toda la calle de Tudescos y callejón del Perro cuando salía con la visita guarnecida de abalorio; en fin, que pasito á paso y á codazo limpio, se habían, ido metiendo en la clase media, en nuestra bonachona clase media, toda necesidades y pretensiones, y que crece tanto, tanto, ¡ay dolor! que nos estamos quedando sin pueblo.

Me acuerdo en este instante del nombre del general que mandaba en Venecia cuando estuve; llámase Gorgoski, de nacion polaco, y á propósito me ocurre una reflexion. El emperador de Austria, que tiene súbditos de tan diferentes paises, lenguas y costumbres, sigue la táctica de mandar á Italia guarnicion de húngaros, á Hungría italianos y tudescos, y así en las demas provincias de su imperio.

»Por el alquiler de una cama con colchones de pluma, sábanas de holanda y repostero de damasco, mantas y demás, cinco ducados. »Por ídem de doce sillas, un sillón, una mesa, un candelero de plata y una alfombra, seis ducados. »Por una comida traída de la hostería de los Tudescos, ocho ducados. »Por una cena de ídem, cuatro ducados. »Por un almuerzo de ídem, cuatro ducados.

Tras ellos subieron al ataque los soldados tudescos al servicio del rey Juan y pelearon muy guapamente, tanto que tres ó cuatro se colaron por entre los arqueros y corrieron hacia la preciosa mula.

Tiró á un ujier á un lado, y á otro á otro, y entró también. Pero entre la inocente detención causada por Quevedo, la de los tudescos y la de los ujieres, había pasado mucho tiempo. El paje había desaparecido. Cuando el bufón entró, se precipitó á la mesa y se arrojó sobre ella. La reina dió un grito. El padre Aliaga, que almorzaba con la reina, se puso de pie.

Candido estaba muy afligido con estas razones, porque respetaba á Homero, y no le desagradaba Milton. ¡Ay! dixo en voz baxa á Martin, mucho me temo que profese este hombre un profundo desprecio á nuestros poetas tudescos. Poco inconveniente seria, replicó Martin. ¡O qué hombre tan superior, decía entre dientes Candido, qué ingenio tan divino este Pococurante! ninguna cosa le agrada.

Los tudescos estuvieron todo aquel día en orden sin partirse del cuartel que tenían á cargo, diciendo que harían lo que los españoles y italianos y franceses. Ansí Oficiales como soldados se fueron con las armas á sus postas, ofreciéndose de guardarlas ó morir en ellas: muy buenos soldados.

Yo le respondí otras semejantes, diciendo que así aventuraría yo y pondría por él todo lo que tenía, y que si lo decía por sus galeras, que yo aceptaría el ofrecimiento como entre amigos; pero que si lo decía por el armada de S. M. que tenía á su cargo, que en ninguna manera la aventurase por , sino que hiciese aquello que le paresciese mejor para su salvación, y que yo volvería á cumplir mi palabra con los tudescos, y que todavía me podían dar los esquifes con que traer los que estaban en la marina, que sería cumplir con todo.

Hacia la calle de Tudescos había tres simones parados, dormitando sus cocheros en los pescantes: dirigióse la incógnita al de enmedio, abrió ella misma la portezuela y mandó al cochero, que despertaba sobresaltado, parar en el paseo de Recoletos, a la entrada de la calle de X : era esta calle una de las varias que van a parar perpendicularmente en la de Serrano.