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Después de una buena siesta conversaban en la glorieta del jardín Lorenzo, Ricardo y Baldomero que a ratos veían, por entre las plantas y los arbustos, la silueta de Melchor dando órdenes en la caballeriza.

En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucejadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquéllos tomarían, y, por imitarlos, estuvo un rato quedo; y, al cabo de haberlo muy bien pensado, soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza.

El zaino salió en su estilo habitual, marchando tras de Ricardo, que se había adelantado bastante, en «su» malacara; pero Melchor advirtió que Lorenzo permanecía en la caballeriza, y se detuvo a decirle en voz alta: ¿Continúa el interrogatorio? No... ché... ¿Y qué haces ahí?... ¡Ven! ¡Es que este caballo no anda!.... Castíguelo sin recelo, don Lorenzo le dijo Baldomero, es medio remolón al salir.

De pronto un gallo, como si recordase repentinamente una orden, olvidada al amanecer, lanzaba las cuatro notas de su vibrante canto al que sólo respondía, por excepción, el ronco trisílabo de un gallito enano y tuerto trepado al eje de un carro en la caballeriza, por cuyos pesebres circulaban cacareando «sotto-voce» las gallinas más inquietas del corral.

En eso apareció por el camino del jardín que daba acceso a la caballeriza la figura esbelta de Melchor en cuyo rostro empalidecido se destacaban las ojeras negras y profundas. Vestía su traje predilecto y en el ojal de la blusa llevaba un hermoso gajo de sedrón... ¿Ya están listos, muchachos? preguntó amablemente, casi sonriendo.

El reloj de la caballeriza dio las doce antes que Mabel llamara a la señora Gibbons, y el esposo de ésta viniese también en seguida, trayéndome un reconfortante whisky y un poco de agua caliente. Mi pequeña y linda compañera me estrechó alegremente la mano, deseándome buenas noches, y después se retiró, acompañada por el ama de llaves, mientras Gibbons se quedó mezclando mi bebida.

Sin pérdida de tiempo... esta situación no puede prolongarse... voy a ver a Baldomero para que nos facilite los medios... ¡está colmada la medida!... Tras de Lorenzo, salió Ricardo en busca de Baldomero a quien encontraron entretenido en trenzar unas riendas con tientos de carnero sujetos a una argolla en la pared de la caballeriza.

En todo este tiempo, ni ella ni ellos se habían quitado los antifaces, ni hablado palabra alguna; sólo que, al sentarse la mujer en la silla, dio un profundo suspiro y dejó caer los brazos, como persona enferma y desmayada. Los mozos de a pie llevaron los caballos a la caballeriza.

Toda esta tropa femenina habitaba y dormía en el piso principal de la casa de campo, donde también tenían habitación el aperador, su mujer y sus cuatro chiquillos; pero éstos, tan apartados, que no se veían ni se entendían sino cuando el amo llamaba. Había, por último un mozo, que dormía junto a la caballeriza y cuidaba de ella, de los patios y corrales.

Otro edificio de 8 x 10 con ocho mesas y un diván corrido, que sirve de comedor. El edificio destinado á la Comandancia Militar, construído de caña y nipa. Caballeriza con cubierta de zinc capaz para 30 plazas y las cocinas, hornos y demás dependencias. En el exterior del recinto hay baños para Oficiales y tropa, lavaderos y letrinas; todo sobre el río Agus.