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Conmovido por el dolor de Vérod, interesado vivamente por la difunta, desconfiaba más que nunca de los rusos. Al día siguiente del interrogatorio del joven, recibió, junto con varios paquetes de cartas, secuestradas en Niza y Zurich, las informaciones pedidas al jefe del departamento de policía y a la legación de Rusia en Berna, acerca de ambos nihilistas.

Tratando de justificarse a sus propios ojos, pensaba que, después de la lectura de las memorias de la Condesa y el interrogatorio de Vérod, había visto y firmado la verdad; pero el recuerdo de sus vacilaciones, de sus sospechas, de sus tentativas ambiguas y desgraciadas lo confundía. ¿Cómo no se había mantenido en la opinión de que la acusación era obra enteramente del odio de Vérod?

Este interrogatorio me va cansando y agotaría la paciencia de un santo... No tengo nada que decir a usted y nada le diré... ¿Qué quiere usted que yo sepa de Luciana? ¡Es usted asombroso, palabra de honor! No estará contento hasta que le diga horrores de la mujer con quien se va a casar... Me importa, señora, conocer esos «horrores» para desenmascarar a los calumniadores y hacerles arrepentirse...

¿Y hasta la muerte defensor del trono legítimo...? Del trono de Isabel II. ¿Pues qué? es usted.... Masón, señora. Al expresarse así, con la sonrisa en los labios, Salvador creyó que no merecía respuestas serias aquel interrogatorio impertinente. La momia estuvo a punto de deshacerse en polvo al oír la nefanda palabra.

Todavía tiemblo. ¿Entonces la hija después del padre? ¡Pero esta familia tiene la manía de pasear á la gente por el mar! Me ha hecho sufrir un verdadero interrogatorio á propósito de Jacobo de Freneuse... ¡Bah! ¿Para qué? Eso quisiera yo saber.

O mejor dicho, ¿amaba realmente el Príncipe a la nihilista? Ferpierre comprendía que ante todo debía cerciorarse de esta opinión, sin duda verosímil, pero aún no probada. Mientras se encaminaba el juez a la cárcel del Eveché, donde los acusados estaban detenidos, iba pensando en la manera de iniciar el interrogatorio de la joven.

Muy curiosa, casi cómica, era durante aquel triste interrogatorio la actitud de la Baronesa de Börne, la cual, ya que no podía hablar apretaba los labios, movía los ojos, sacudía la cabeza, inclinaba todo el cuerpo, como si sucesivamente repitiera las preguntas del juez y confirmara las respuestas del médico y del Príncipe, para hacer ver que ella había previsto las unas y las otras, y advertir por señas que también ella tenía una observación que hacer.

Con igual frescura y la misma indiferencia, respondió al largo y malicioso interrogatorio con que su padre la estuvo asediando un buen rato. Y ¿qué tal de estilo? llegó a preguntarla . ¿Se ha corregido algo de aquellas melopeas guachinanguitas desde que yo no leo sus cartas?... Porque bien sabes que, de dos años acá lo menos, ya no me las enseñas como me las enseñabas antes... ¡Picarona!

Su hermano hizo un gesto de mal humor y, recostándose en su butaca, se abandonó al penetrante encanto de los recuerdos de la juventud, más dulces cuanto más se aleja uno de ellos, mientras la de Candore, entregada a sus averiguaciones, hacía sufrir al cura y al notario un verdadero interrogatorio del que Raúl no perdía palabra sin dejar de hacer rabiar a su hermana.

Voz de la conciencia de Isidora o interrogatorio indiscreto del autor, lo escrito vale. Una mañana de diciembre de 1875, estaba Isidora triste y sin sosiego. Sus idas y venidas dentro de la casa, sin motivo aparente de tal actividad, indicaban que algo muy grave ocurría.