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Se las oía gritar, desde la galería de cristales. Obdulia, Visita y Edelmira llamaban con aquellas carcajadas y chillidos a los hombres. Así lo comprendió Joaquín que propuso a Paco dejar el concierto de Quintanar y don Cayetano y correr detrás de aquellas. Deja, luego decía Paco, que gozaba mucho con las canciones antiquísimas de Ripamilán y ya se iba cansando a ratos de su prima.

Ha llegado tarde este año, pero el que viene... ¡Pobre Santa Catalina! Ya puede aprovechar lo poco que le queda... ¡Viva San Pablo!... 25 de noviembre. Hoy gran fiesta para las solteras, jóvenes y viejas. A primera hora, esta mañana, Celestina, de muy buen humor, se paseaba en su cocina con ardor febril. Pero, mujer, te estás cansando le dije con conmiseración.

Rehusó por miedo de rebajarse. «No tengo inconveniente, dijo, en vender mi tiempo, pero a lo que no estoy dispuesto es a prestar mi nombreAsí fue descendiendo uno por uno todos los peldaños de la miseria, desanimando a sus amigos, cansando a sus acreedores, cerrándose todas las puertas, desprestigiando un nombre que no quería comprometer, pero sin preocuparse del traje raído que paseaba por las calles ni de su chimenea en la que no podía echar ni un mal pedazo de leña.

Este bajó los ojos al suelo en demanda, sin duda, de inspiración, se atusó el bigote, tosió ligeramente y al fin dijo con acento solemne: Tía, no si es que Dios me ha tocado en el corazón o es que me voy cansando de la vida que llevo; pero es lo cierto que de poco tiempo a esta parte me acuerdo mucho de los consejos que me ha dado muchas veces, que ando con deseos de formalizar, de romper con estos hábitos poco dignos que la falta de un padre y, sobre todo, de una madre como usted me han hecho adquirir.

Empezó a sospechar que se iba cansando, y tembló por la pobre Maximina. No se dio por vencida, sin embargo. Al cabo de pocos días le cogió en su cuarto, por la oreja, y le dijo medio en broma medio en veras: No te suelto si no me dices ahora mismo si piensas o no casarte. Pero, chica, ¿a ti que te va ni te viene en eso? contestó el joven riendo. Tengo interés por Maximina, porque es mi amiga.

Lo decía sonriendo, pero a través de su incredulidad adivinábase cierto respeto por la ciudad lejana y misteriosa, urbe de maravillas y tesoros de la que hablaban continuamente los emigrantes. El marido movió la cabeza con autoridad, y sus ojos parecían decirle: «Mujer, que estás cansando al señor... Vosotras no entendéis nada de nada».

¡Oh! cada día está más rígida refunfuñó Mabel. No debo ir aquí, ni tampoco allá; se asusta de que hable con este hombre o con aquel otro, y así todo por el mismo estilo. Verdaderamente, me voy cansando de esto, le aseguro declaró, sentándose en la silla que yo acababa de desocupar, desprendiendo el cuello de su pesada capa de pieles y acercando su precioso pie al fuego de la chimenea.

La mayor parte juzgaba que a don Rosendo correspondía la honra de sentarse detrás de la mesa de pino; pero éste la rehusaba con una modestia que le honraba muchísimo más. Al fin se sentó al observar que el público se iba cansando. Este aplaudió reciamente. Nueva y fastidiosa dilación antes de resolverse quién había de dirigir la palabra al concurso.

Este interrogatorio me va cansando y agotaría la paciencia de un santo... No tengo nada que decir a usted y nada le diré... ¿Qué quiere usted que yo sepa de Luciana? ¡Es usted asombroso, palabra de honor! No estará contento hasta que le diga horrores de la mujer con quien se va a casar... Me importa, señora, conocer esos «horrores» para desenmascarar a los calumniadores y hacerles arrepentirse...

¡Oh, le estoy cansando a usted! dice Visitación a un rubio con cuello marinero, a quien ha hecho ya cargar con cincuenta piezas de percal. ¡Ah, no señora! Es mi obligación... y además lo hago con la mejor voluntad.... «El mancebo ha de ser incansable, para eso está allí». Visitación siempre tiene que hacer un mandilón para la criada, pero no se decide nunca.