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Actualizado: 11 de mayo de 2025


D. Aureliano Fernández-Guerra y D. Juan de Dios de la Rada y Delgado. Á esta Junta presentó el Sr. Monleón como ponente, los planos, modelos y memoria que por preliminares había formado y que en principio se aceptaron sin perjuicio de discutir las cuestiones obscuras ó difíciles, de las cuales el Sr. General presidente formuló interrogatorio.

Se convino, por último, en que, á pesar de la gravedad de la situación, no era ninguna salida de tono, ni tenía una inoportunidad cómica ó censurable, que el P. Jacinto llevase á Clarita la corza y se la regalara. Al volver aquella noche á la ciudad, el Comendador tuvo que sufrir un ínterrogatorio en regla de su sobrina, que era la muchacha más curiosa y preguntona de toda la comarca.

La bulliciosa alegría del americano me dió tiempo para reponerme y continué mi interrogatorio. Jenny Hawkins ¿habla el inglés sin acento extranjero? Le habla con mucha pureza, pero usted sabe que en América, como en Francia, tenemos diversas pronunciaciones, según las provincias. No me sorprendería que Jenny fuese canadiense. Hay un ligero matiz francés en su manera de acentuar ciertas palabras.

El acusador había dicho, en el primer interrogatorio, que la víspera de la tragedia se había encontrado con ella y que nada le había hecho sospechar lo que iba a suceder al día siguiente: el juez consideraba urgente saber lo que se habían dicho en este último coloquio.

Un ciudadano que no hubiera sido marino, apenas se habría atrevido á llevar ese traje y mostrar esa cara, con tal desenfado y arrogancia, sabiendo que se exponía á sufrir un severo interrogatorio ante un magistrado, incurriendo probablemente en una crecida multa ó en algunos cuantos días de cárcel: pero tratándose de un capitán de buque, todo se consideraba perteneciente al oficio, así como las escamas son parte de un pez.

Salió Jacinto en defensa del acusado y sostuvo que no había tal delito, que no podía haberlo, porque él, compañero inseparable, y a mucha honra, de su primo, tenía que estar enterado, como lo estaba, de que el otro no pensaba en semejante cosa; pero, la tía Goya, sin dar su brazo a torcer, llamó a la barra a la supuesta cómplice, y entre todos se la sometió a minucioso interrogatorio.

Estas cariñosas quejas parecían todas sin intención y como nacidas del filial afecto; pero al mismo tiempo era un cruel interrogatorio, que turbó a don Paco, y al que tuvo que hacer un esfuerzo para contestar. De nada valía el disimulo. Era menester contestar con franqueza, y don Paco, armándose de valor, contestó de esta suerte; Tienes razón en quejarte, hija mía.

¿Quién es sor Ana? preguntó el magistrado, que había dejado pacientemente a la verbosa señora formular el interrogatorio. Sor Ana Brighton, su antigua maestra inglesa. ¿Dónde está? No . En el sobre estaba el nombre del lugar, un nombre extranjero. ¿Usted tampoco sabe esa dirección? preguntó el juez, volviéndose hacia el Príncipe Alejo. La ignoro, pero... Su ansiedad parecía ir calmándose.

El zaino salió en su estilo habitual, marchando tras de Ricardo, que se había adelantado bastante, en «su» malacara; pero Melchor advirtió que Lorenzo permanecía en la caballeriza, y se detuvo a decirle en voz alta: ¿Continúa el interrogatorio? No... ché... ¿Y qué haces ahí?... ¡Ven! ¡Es que este caballo no anda!.... Castíguelo sin recelo, don Lorenzo le dijo Baldomero, es medio remolón al salir.

¿Es cierto lo que dices? ¿No te acusa la conciencia de la menor falta? ¿Cómo he de declararme impecable? Paco, ; la conciencia me acusa, pero no me atormenta; dame la carta: acabemos. ¡Qué interrogatorio! ¡Qué dilaciones crueles! ¿Has venido a matarme? No, Beatriz. Díme, sin embargo, ¿de qué te acusa la conciencia? Soy vanidosa, lo confieso.

Palabra del Dia

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