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Este intercambio de elogios, traídos y llevados incesantemente, va haciendo paulatinamente su obra, predisponiendo los espíritus y encauzándolos en una tibia atracción, cuya mayor temperatura sucesiva se producirá con el trato y el trabajo continuo y vigilante del «gancho». En el fondo la casamentera viene a ser, con sus repetidas ponderaciones de él a ella y de ella a él, una chismosa del bien, si vale expresarse así.

En este sentido, la literatura del siglo XVIII, con relación a la del siglo XVII; fue literatura del porvenir, y la del siglo XIX lo fue con relación a la del siglo XVIII, y la del siglo XX lo será con relación a la de nuestro siglo; pero no es esta perogrullada lo que quiere expresarse cuando se habla hoy de literatura del porvenir.

Era una imprudencia expresarse así a pocos pasos de aquel grupo donde estaban Roberto y Andresito, dos extraños que no podían imaginarse la verdadera situación de la casa. Por fortuna, Concha y Amparo atraían la atención de los dos; además, las niñas, a ruegos de los pollos, iban a hacer un poco de música y canto.

A esto no supo Rafael qué contestar. ¿Pero qué mujer era aquella? ¡Qué modo de expresarse, caballeros!

Una marquesa con dejo gallego o catalán, andaluz o madrileño, les resultaba inadmisible, como si las marquesas no nacieran en ninguna parte. Y la pobrecita muda no podría romper a hablar hasta que hubiera desnaturalizado su voz por completo y lograra expresarse como un fonógrafo. Mientras tanto, su madre le cuidaba el acento lo mismo que pudiera cuidarle una enfermedad del hígado.

Después se arrepintió de esta fuga, por considerarla una cobardía, quedando inmóvil, en actitud desdeñosa. Llegó Ricardo y se quitó el sombrero, bajando los ojos humildemente. Quería hablar, pero no encontraba las palabras. Además, ella no le dió tiempo para expresarse. ¿Qué busca usted? dijo con dureza . ¿Es que le ha despedido su gringa? Aquí no se admiten puchos de otra.

Feli, que no le había visto desde su fuga de la casa paterna, acogiole con grandes muestras de cariño. ¿Y el padre?... Pero el señor Manolo apenas contestó. Necesitaba decir a Isidro algo muy interesante; le invitaba a bajar a la calle, para expresarse con mayor libertad. Maltrana bajó tras él, adivinando algo grave en el gesto hosco del capataz.

Cuando Gabriel pudo expresarse en francés y tuvo reunidos unos cuantos francos para el viaje, se trasladó a Paris. Un abate amigo le había encontrado colocación como corrector de pruebas en una librería religiosa inmediata a San Sulpicio.

Dice así: «Una vez era un hombre que, por pensar y sentir tanto, hablaba escaso y premioso. No hablaba, porque comprendía tantas cosas en cada cosa singular, que no acertaba a expresarse. Los otros le llamaban tonto. Este hombre, cuando supo expresar todas las cosas que comprendía en una sola cosa, hablaba más que nadie. Los otros le llamaban charlatán.

No se concibe qué objeto podia proponerse en entenderlas de diferente modo, supuesto que no trataba de otra cosa que de allanar el camino á la investigacion de la verdad. Con su manera de expresarse dió lugar á disputas, que con alguna mayor claridad se habrian evitado.