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Maximiliano empezó a inmutarse... La máscara fría y estoica parecía deshacerse como la cera al calor, y sus ojos revelaban emoción que por instantes crecía, como una ola que avanza engrosando. «Di si quieres... repetía la diabla con exaltación delirante . Déjate de santidades y reconciliémonos y querámonos... no lo has catado nunca.

Un gallo trasnochador lanzó su canto estridente fuera de las tapias enzarzadas de su corral. El potro andaluz, instigado por la querencia de la cuadra, dejó deshacerse en el viento, con un bravo resoplido, el último copo blanco de espuma.

-No siento ninguno, señora -respondió don Quijote-, porque osaré jurar a Vuestra Excelencia que en mi vida he subido sobre bestia más reposada ni de mejor paso que Clavileño; y no yo qué le pudo mover a Malambruno para deshacerse de tan ligera y tan gentil cabalgadura, y abrasarla así, sin más ni más.

Además, sabía, porque se lo habían dicho recientemente, que los maridos, cuando sorprenden a sus esposas en flagrante adulterio y las matan, están exentos de responsabilidad. Como estaba convencida de que el suyo la detestaba, temía que se aprovechase de este recurso para deshacerse de ella.

Esto traía volado al raquero, que no sabía cómo deshacerse de él; pues ni regalarle quería, ni tirarle al mar, sin indemnizarse de los peligros que corrió al trincarle en la cámara de popa de un buque de gran porte.

Si por desgracia se informasen de nuestros proyectos, tomarían sus precauciones y ¡adiós!, écheles usted un galgo... Bastaría que Lea Peralli desapareciese, para que todo viniese por tierra. Y yo supongo que el tunante que ha puesto el lazo en que cayó Jacobo de Freneuse, sería muy capaz de deshacerse de ella si lo creía necesario.

Con decir a usted que el Museo Británico ha ofrecido millones, así como suena, millones, por ella, se dará usted cuenta de su alto mérito artístico y valor intrínseco. Pero el Cabildo antes enagenaría todo lo que hemos visto que deshacerse de esta incomparable joya.

Millán llevaba adelantados a Pepe dos meses de jornales; fue preciso deshacerse de cuanto tenía algún valor; el reloj de don José, el de Pepe y varios cubiertos de plata se malvendieron a un platero de portal; el dueño de la lonja de ultramarinos amenazó con no seguir fiando si no le entregaban algo a cuenta, y llegadas a tal extremo las cosas, aun se resistió Leocadia a empeñar una sortija de poco precio, que Pepe la regaló en tiempos más felices.

Promesa y amenaza, placer que oculta el llanto, duda cruel, que el alma despedaza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sentir el frágil cuerpo deshacerse al peso de la edad agobiadora, y caminar con paso vacilante, mústios los ojos y el cabello cano; y, buscando un apoyo, á cada instante ¡triste tender la temblorosa mano!

Y en casa, doña Paula ceñuda, silenciosa, desconfiada, preparándose para una tormenta, recogiendo velas, es decir, dinero, realizando cuanto podía, cobrando deudas, con fiebre de deshacerse de los géneros de la Cruz Roja. «No parecía sino que se preparaba una liquidación. ¿A qué venía aquello?». Doña Paula no daba explicaciones. «Sabía a qué atenerse: su hijo, su Fermo, estaba perdido; aquella pájara, aquella Regenta, santurrona en pecado mortal, le tenía ciego, loco; ¡sabía Dios lo que pasaría en aquel caserón de los Ozores! ¡Qué escándalo!