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Lerma no logró, pues, nunca saber á lo que debía atenerse á ciencia cierta respecto á la reina. La duquesa creía verlo todo, y halagada de una parte por los favores del favorito, y de otra por el cariño traidor de la reina, vivía tranquila y feliz, salvo algunos disgustos inherentes á su posición, inevitables.

«¡Era natural! debía huir, ¿con qué derecho iba él a procurar la muerte del hombre que le había perdonado la vida aquella mañana y a quien él había robado la honra? Huiría; al día siguiente, sin falta tomaría el tren». Ya lo esperaba Frígilis, que sabía a qué atenerse respecto del valor de Álvaro. Como que había sido testigo de aquel duelo misterioso, a que aludían los socios del Casino.

Como todo ha de salir de sus propias fuentes, sin la concurrencia de fuerzas extrañas, no ofreciéndose á la vista un tipo regular á que atenerse, tanto por lo que hace al fondo como á la forma, al argumento como á su exposición dramática, crecen y se multiplican los obstáculos más diversos, y es indispensable probar una y otra vez, para encontrar lo que más se ajusta á tal propósito.

¡Extraña niña! observó el anciano Rogerio. Es fácil ver lo que hay en ella de su madre. ¿Creeréis por ventura, señores, que esté fuera del alcance de un filósofo analizar la naturaleza de la niña, y por su hechura y modo de ser adivinar quién es el padre? No: en tal asunto, sería pecaminoso atenerse á la filosofía profana, dijo el Sr. Wilson.

Á estas palabras que le tocaban en lo más profundo de su ser, Marenval palideció, las lágrimas brotaron de sus ojos y sin poder hablar, permaneció temblando de emoción ante sus amigos. Por último movió la cabeza, dió un suspiro que pareció un sollozo y contestó, arrojándose en los brazos de su pariente: Adiós Vesín. Usted sabe á qué atenerse.

Digo inmediato, esto es, que conviene no atenerse á lo que nos dice de ellos el historiador, sino verlos con los propios ojos. Pero este trabajo, se me dirá, es muy pesado, para muchos imposible, difícil para todos. No niego la fuerza de esta observacion; pero sostengo que en muchos casos, el método que propongo ahorra tiempo y fatigas.

Pero tu amo y el señorito Pepe no han reñido. ¡Quiá! ¿No ve Vd. que los dos están convencíos de que la culpa es del cura? A la madre la tié tonta a fuerza de rezos... ¡Ya sabe el señor Pepe a qué atenerse! ¡ que son motivos de disgusto!

Y no es que la buena filosofía confunda los efectos con las causas, pero no conociendo el físico otra cosa que el fenómeno, solo á él puede atenerse: limitándose por lo que toca á la causa, á la idea abstracta de causalidad, que nada le ofrece de determinado, y por lo mismo no la hace entrar en combinacion en sus trabajos científicos.

-Todo eso es así, señor don Quijote -dijo Carrasco-, pero quisiera yo que los tales censuradores fueran más misericordiosos y menos escrupulosos, sin atenerse a los átomos del sol clarísimo de la obra de que murmuran; que si aliquando bonus dormitat Homerus, consideren lo mucho que estuvo despierto, por dar la luz de su obra con la menos sombra que pudiese; y quizá podría ser que lo que a ellos les parece mal fuesen lunares, que a las veces acrecientan la hermosura del rostro que los tiene; y así, digo que es grandísimo el riesgo a que se pone el que imprime un libro, siendo de toda imposibilidad imposible componerle tal, que satisfaga y contente a todos los que le leyeren.

¡Qué suerte! dijo Francisca interesada. ¿Hay, pues, personas que me aprecian?... Esto me hará encontrar una novedad después de mi querida mamá. Genoveva, léenos esas cartas dijo la de Ribert a su hija. Francisca va en seguida a saber a qué atenerse... ¡Qué! exclamó Francisca; si se trata de una reprimenda, me tapo los oídos; para esa ingrata tarea, basta con mi madre...