United States or Uzbekistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


En Villaverde se murmura de todos y de todo; se averigua qué hacen, y en qué se ocupan los demás; se lleva cuenta y razón de los actos de cada vecino; nadie ignora hasta lo más secreto de la vida de los otros, y quien vive más alejado de los mentideros que los hay a docenas, en boticas y tiendas de ultramarinos pudiera inventariar de memoria las ropas de quienes no pisan los umbrales de su casa más que por Corpus y San Juan.

Quedó en cuadro su rebaño, y él, que había tenido fuerzas para gobernar un hato tan considerable, desmayaba ahora al verse solo, al percibir la hostilidad con que le miraban algunas de sus antiguas y queridas ovejitas. Porque no solamente ya no llegaban a su casa los ricos dones ultramarinos y nacionales de otros tiempos, sino que con profundo dolor notaba que empezaba a discutírsele.

Sólo quedaban, junto a una ventana, un corredor del matute paladeando medias copas en compañía de un tendero de ultramarinos, y al extremo opuesto, en lo más oscuro del local, una chula y su novio, que en voz baja se decían ternezas envueltas en desvergüenzas.

La cocina parecía un puesto de la Plaza Mayor y el comedor una tienda de ultramarinos. ¡Cómo se iban a poner el cuerpo! ¡Y qué tristeza tan honda sentía la pobre Severiana! Haría la cena, la serviría, fregaría... y luego tendría que acostarse sin dar un beso a su hija.

Fue quizá la mayor y más duradera su desmedida afición al café, afición contraída en el negocio de ultramarinos, en las tristes mañanas de invierno, cuando la escarcha empaña el vidrio del escaparate, cuando los pies se hielan en la atmósfera gris de la solitaria lonja, y el lecho recién abandonado y caliente aun por ventura, reclama con dulces voces a su mal despierto ocupante.

Con increíble presteza entró en una botica de la calle de Toledo; recogió medicinas que había encargado muy de mañana; después hizo parada en la carnicería y en la tienda de ultramarinos, llevando su compra en distintos envoltorios de papel, y, por fin, entró en una casa de la calle Imperial, próxima a la rinconada en que está el Almotacén y Fiel Contraste.

Pasolos dado a Satanás, porque era ciertamente ridículo para un hombre de sus ínfulas y categoría pedir la hija de un tendero de ultramarinos, y haber de esperar, como quien dice, en la antesala de la lonja, a que se dignasen abrirle la puerta.

La grandísima pícara estaba escondida en una tienda de ultramarinos inmediata al café: desde allí observó los movimientos de don Juan hasta que le vio marcharse despacio, tan mohíno y preocupado, que, a pesar de la lluvia, llevaba el impermeable sin abotonar, y la cabeza tan caída sobre el pecho, que el agua le iba entrando por el cogote. Luego que le perdió de vista salió ella de su escondrijo.

Y como si el dolor que inspiraban los males de su amigo sirviera para facilitar sus funciones digestivas, embaulóse de un golpe una côtelette entera, que se le deshizo en la boca de puro blanda, cual si fuese un merengue. Pues, hijo replicó María Valdivieso , no que padezca del pecho... Está gordo y robusto; Paco Vélez me lo decía ayer: va echando papada de comerciante de ultramarinos.

Figúrese el lector una sala llena de cofres y maletas, provisiones de comer, barriles de escabeche y botellas, repartidas aquí y allí, como suelen verse en las muestras de las lonjas de ultramarinos. ¡Ya se ve! era la intendencia.