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Rufino entregó a Lorenzo algunas cosas diciéndole: Esto le manda la señora, niño, y esta carta y dirigiéndose a Melchor agregó: Estas cosas le mandan de su casa, don Melchor, y estas cartas que me dieron y a más... espérese, don Melchor, aquí le traigo... pero, ¿dónde lo he puesto? repetía buscando en los bolsillos interiores afanosamente, ¡ah!... aquí está... esto que le mandaba la niña Clota...

Hablose luego de Adoración, que se había cosido a las faldas de Jacinta, y Severiana empezó a referir: «Esta niña es de mi hermana Mauricia... La señora metió en las Micaelas a mi hermana, pero esta se fugó, encaramándose por una tapia; y ahora la estamos buscando para volverla a encerrar allá». Conozco mucho esa Orden dijo la de Santa Cruz , y soy muy amiga de las madres Micaelas.

Cuatro mil pesetas tiradas a la calle, como él dijo más de cien veces aquellos días. Esperancita dirigió una mirada a Alcázar buscando su saludo; pero viéndole distraído volvió los ojos al grupo de Clementina y se hizo cargo inmediatamente de lo que ocurría. También por su frente pasó una nube de tristeza como por la de Raimundo.

Las señoras y señoritas de las galerías se agitaron aspirando con deleite esta esencia desconocida. Las mamás hablaban entre ellas, buscando semejanzas y similitudes con los perfumes de moda entre el sexo masculino. Algunas concentraban su atención para poder explicar en el mismo día á los perfumistas de la capital la rara esencia del Hombre-Montaña, y que la fabricasen, costase lo que costase.

Alrededor del rancho, la tierra blanquizca del patio, deslumbraba por el sol a plomo, parecía deformarse en trémulo hervor, que adormecía los ojos parpadeantes de los fox-terriers. No ha aparecido más dijo Milk. Old, al oir aparecido, levantó las orejas sobre los ojos. Esta vez el cachorro, incitado por la evocación, se puso en pie y ladró, buscando a qué.

Muchos perecieron en tan atroces suplicios; muchos, no resistiéndolos, se arrojaban de la muralla, buscando en el campo enemigo la esclavitud á trueque de un sorbo de agua; solo al fin, D. Álvaro de Sande pretendía que la humanidad no fuera flaca, presenciando horrores con tal de ver por un sol más flotando al aire en el fuerte el estandarte de Castilla.

Cuando esta retaguardia llega á la portilla, se precipita la gente detrás de ella, desparramándose luego por el prado entre la cabaña, buscando cada uno las reses que le pertenecen para examinarlas á su placer. Una hora más tarde, y sobre el mismo terreno y al aire libre y de pie, el ayuntamiento se constituye en sesión, rodeado de todo el pueblo, que toma parte en ella.

Poco después Flimnap se encontró con un grupo de noticieros de los grandes diarios, que le iban buscando desde horas antes. Querían conocer su opinión sobre lo ocurrido en la tertulia del Padre de los Maestros, pero él se expresó de un modo ambiguo. De buena gana hubiese contestado rudamente á estos curiosos insaciables que le perseguían á todas horas; pero la gratitud le obligaba á ser cortés.

Palpábase, buscando consuelo, con sus manos secas y hallaba la misma suavidad y frescura. Aquella carne no se había marchitado. Bajo ella palpitaba la juventud, circulaba una sangre ardiente, ávida de goces, devorada por la creciente necesidad de las embriagueces del amor.

El sol, que se había elevado ya sobre el horizonte y se acercaba al cénit, difundía mucho calor y luz sobre la tierra; y don Paco, buscando sombra, vino a sentarse en un ribazo y se puso a contemplar el agua antes de bebería.